Fernanda Montoro
Kristel Latecki
En estos últimos años Luciano Supervielle ha aparecido en diferentes lugares: en lo nuevo de Bajofondo; junto al Ballet del Sodre; en nuestros teléfonos haciendo streamings; en colaboraciones con muchísimos artistas; y en películas. Ese último costado de su creación es la que celebra en Épisode, un disco que compila las bandas sonoras que el músico ha creado desde 2007 en adelante. Piezas que unidas entre sí y junto al resto de su discografía completan su línea de tiempo creativa completa. Y que muestran juntas las inquietudes, las exploraciones y la identidad sonora de un músico que no para.
“Me parecía que estaba bueno editar un disco de mis bandas sonoras justamente por eso”, cuenta Supervielle. “Porque es música que para mí es importante y que marca procesos de crecimiento como artista. Y que capaz que pasó desapercibida”.
Este jueves 2 y viernes 3 en la Sala Hugo Balzo y con entradas agotadas presentará este nuevo álbum en un formato que promete único: junto a invitados como Luis Angelero, las composiciones estarán acompañadas de visuales de las películas y de su colaborador de larga data, Agustín Ferrando. Pero también el músico contará parte de sus procesos creativos, tema del que también hablamos a continuación.
¿Cómo empezás a trabajar una música para una película? ¿Cuál es el proceso?
Cada proyecto ha sido un proceso diferente, porque hacer música para películas implica trabajar de manera colectiva. Y cada director tiene su proceso, sus maneras. Por ponerte un ejemplo, cuando empezamos a trabajar la música de El Baño del Papa con Gabriel Casacuberta, la película ya estaba terminada y editada. Fue un acercamiento muy diferente, por ejemplo, a Artigas: La Redota, en la que empecé a trabajar sobre un guión que ni siquiera estaba terminado. Entonces me dio muchísima más libertad creativa de proponer.
Pero si tuviera que definir más o menos de qué se trata, es como un trabajo de construcción. En todos los proyectos trato de hacer un primer acercamiento personal sin contaminación de opiniones de nadie, tratar de entenderlo yo mismo. Y después empezar a compartir con el director o directora y empezar a ir avanzando en el proceso de comprensión de lo que se quiere decir, de cómo se dice, cuáles son los lugares que hay lugar para la música, qué protagonismo tiene que tener en cada lugar, y cuáles son los que no tiene que haber música. Va decantando.
Me parece que lo mágico de hacer música para cine es eso: entender la escena y encontrar qué es lo que mejor funciona. No existe nunca una solución, hay muchísimas maneras de abordarlo. De hecho me ha pasado más de una vez de componer más de una música para una escena y después tener que optar. Y también me ha pasado de hacer algo y que se opte por no haya música. Nunca mejor dicho que el silencio es súper elocuente en las películas. Porque además, muchas veces el silencio desde el punto de vista musical es lo que hace que cuando aparezca la música le dé muchísimo más protagonismo.