Kristel Latecki
Ceres y Venus es una esquina de La Paloma como cualquier otra: casas de techos de tejas coloradas y a dos aguas; fachadas blancas; palmeritas y laureles en los frentes; la playa como patio trasero. Es una esquina apacible y profundamente veraniega la que sirvió de cuna para La Foca, banda que acumula unos 40 años de amistad y más de 20 de carrera, pero que con su sexto trabajo lograron una mayor visibilidad y reverencia de la que habían conseguido antes.
Esto no sucedió de manera casual, sino que se dieron varias coincidencias. Primero que nada, decidir grabar este disco en Montevideo con el productor El Niño Que Toca Fuerte en lugar de seguir viajando a Buenos Aires, hecho que los había mantenido aislados de los oídos locales. Casi en simultáneo, forjaron una amistad con nueva generación de músicos de iguales referencias sonoras, que a su vez los acercó a una nueva generación de espectadores. Y finalmente, la búsqueda de una producción que enalteciera la cualidad pop de su música.
Pero además de un contexto favorable fueron las canciones las responsables de todo. Con 10 excelentes temas la banda celebra una amistad que trascendió veranos y rutinas, los vínculos que genera la música y aquel cruce de calles arenosas que los unió. “Que vos conmigo / y el tiempo no pasará”, dice el estribillo del corte Vos conmigo, dejando claro el peso emotivo que carga este hermoso álbum.
El próximo sábado 26 La Foca despedirá al disco Ceres y Venus con un espectáculo que en compañía de doce invitados repasará en orden el disco, sumará algunos temas viejos y contará con cinco composiciones nuevas, porque como dijo el bajista Diego Lorenzo, “en el momento que no tengamos cosas nuevas no tocamos más”.
¿Qué significa para ustedes la esquina de Ceres y Venus?
Federico González (voz y guitarra). Gustavo (Compagnone, guitarrista) es primo hermano de Diego y entre nosotros nos conocemos desde hace 40 años. Ruben (Larrosa, baterista) es el nuevo, que lo conocemos solo hace 15. Mi madre es de Rocha, mis abuelos vivieron sus últimos 25 años de vida en La Paloma, en la esquina de Ceres y Venus. La mamá de Diego es de Rocha, vive actualmente en La Paloma, y también vivía por aquel entonces en Ceres y Venus. Gustavo veraneaba a media cuadra. Nosotros nos pasamos ahí los primeros 18 años de nuestras vidas, a razón de 4 meses por lo menos. Por lo tanto, el día que hicimos una banda naturalmente podemos decir que surgió ahí.
La amistad siguió entonces en Montevideo.
FG. Nosotros logramos traspasar la frontera de los amigos de verano y ya de adolescentes nos empezamos a ver acá. Gustavo y Diego tenían una banda y yo tenía otra que era La Foca, que originalmente se llamaba Una Foca al Negro. Y a los cuatro, cinco meses se fueron los integrantes y los llamé. Fue algo absolutamente natural. Teníamos los mismos gustos, una amistad por entonces vieja, imaginate ahora. Por eso creemos que la esquina donde se origina todo es ahí. Y un buen día decidimos rendirle homenaje, o hacer explícito cuál es nuestro origen. De alguna manera es la razón de existir de la banda: está cruzada por una amistad añeja.
¿Y porque justo este, el sexto de su carrera, es el disco homenaje a la amistad?
FG. Buena pregunta. No sé, yo pienso que fue la labor del tiempo, que llegamos a este momento. Lo grabamos en Uruguay, lo hicimos más nosotros que otros discos, decidimos ingeniarnos nosotros solos. Integramos a un montón de gente. Los cinco discos anteriores los grabamos en Buenos Aires, los hacíamos en dos o tres fines de semana con un circuito muy reducido de personas, de los cuales los únicos uruguayos éramos nosotros. Y había un universo de este lado del cual la banda no participaba.
RL. Nos distanciamos del origen de los otros discos, que todos fueron pensados y producidos en Buenos Aires con gente de allá. Coincidió también con un replanteo de los años de amistad y todo eso. Una cosa llevó a la otra.
FG. Además apareció una generación nueva, que también nos arropó. Nosotros siempre sobrevivimos en base a ese tipo de apariciones en el horizonte. Todas las paredes que hemos tirado han sido basadas en cuestiones de amistad. No por una cuestión naif, sino porque es la única forma que nosotros concebimos para que las bandas puedan continuar. Porque las bandas no están 23 años tocando. O son súper famosas o se separan. Tiene que haber algo más atrás y de eso te vas dando cuenta con el tiempo. De hecho, la nueva generación apareció también por ese lugar. Nos vinieron a ver porque les gustó, porque alguien les contó, pero después nos hicimos amigos. Tienen 20 años menos que nosotros, algunos tienen la edad de nuestros hijos, algún padre fue compañero de liceo nuestro.
¿De quién?
RL. El padre de Fede de Julen y la Gente Sola era compañero mío de liceo. Cuando tocamos juntos en La Experimental, me lo encontré. Yo estaba tocando, él estaba viendo a su hijo, muy loco. Hay un desfasaje generacional que está bueno.
El hecho de hacer toda su carrera discográfica los tenía aislados de lo que estaba pasando acá.
FG. Sí, mucho.
¿Y que los llevó a trabajar allá?
FG. En primer lugar, en el 2000 salió una amistad con Jaime Sin Tierra, que también conocimos casualmente por un amigo en común en La Paloma y eran los únicos que nos grababan como nosotros queríamos sonar.
RL. Apareció el tema de la amistad de vuelta. Había coincidencias de gustos musicales, y nos podían proporcionar técnicamente cosas que acá costaban y bueno, esos encuentros de verano se proyectaron también a la hora de grabar.
FG. Empezamos a tocar en Buenos Aires, se empezó a armar un micromundo allá. Y yo creo que hasta hace no mucho la gente de acá pensaba que éramos una banda argentina. No sé si la mayoría, pero una buena parte seguro. Acá tocábamos dos veces al año como mucho. Todo sucedía allá. Era súper fermental y estaba buenísimo. Lo que pasa es que eso conspiró un poco con nosotros y llegó un momento que eso naturalmente cayó. Apareció acá gente que grababa mejor, y nos dimos cuenta que acá podíamos hacerlo en el tiempo que queríamos con la gente que queríamos. Una cosa maravillosa.
¿Cómo fue la decisión de quedarse acá entonces?
FG. En principio buscamos alguien que nos grabara, no que nos produjera. Ya teníamos las canciones prontas. Buscamos a alguien que tuviera un gusto más bien pop, queríamos explorar eso. Creo que las composiciones eran así pero nuestras grabaciones no. Queríamos que la voz estuviese en otro lugar, que fuera más entendible para todo el mundo y que pusiera la canción ahí arriba. Con Juan (Stewart) teníamos muchas más capas, es un sonido que nos encanta, pero ya lo habíamos hecho mucho. Fuimos para otro lado.
Esto es lo que nosotros hacemos, la banda suena así en vivo, y necesitábamos alguien que lo grabe bien. Alguien que tuviera ese gusto por la canción, por la melodía, y El Niño que Toca Fuerte es así. Creo que nos salió bien la jugada, es un disco bien distinto a los demás y que claramente encontró una adhesión en todo un público que los otros discos no.