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En este momento Kesha está en el puesto número uno de ventas en Estados Unidos con su tercer disco, Rainbow. Esta es una frase que hasta hace muy poco parecía no ser posible. Desde 2014 la cantante se encuentra en una batalla legal contra su ex productor, Dr. Luke, luego de que lo acusara de abuso sexual y psicológico, y pidiera anular el contrato que firmó a sus 18 años y que la obliga hasta el día de hoy producir música únicamente con su abusador a través de su sello, Kemosabe. 

Desde los comienzos de su carrera, el sonido de Kesha estuvo siendo estudiado y perfeccionado por el productor. Incluso su imagen, su vestimenta y su peso. La Kesha despreocupada, rota y llena de brillantina lo ideó Dr. Luke para transformarse en el éxito pop que fue. Pero Kesha tenía más para ofrecer que canciones discotequeras que cantan sobre vivir la noche como si fuera la última. 

Rainbow es el testimonio de eso. Kesha canalizó sus años de lucha en los juzgados, sacó para afuera los años de abuso y creó un (sorpresivamente) excelente compendio de canciones que, como dice el tema Learn to Let Go, predican con el ejemplo, exorcizan los demonios y miran hacia el futuro.