Kristel Latecki
El año pasado el MC Zalo Solo editó su segundo disco, titulado Sustancia, donde además de presentar canciones entretenidas y fundamentalmente hiphoperas, busca conectar con el público ajeno al género a través de historias personales emotivas y cercanas.
Zalo Solo empezó con el hip hop como cualquier chiquilín de los 90: viendo MTV y escuchando los casetes de su hermano mayor. Entre los rapeos del nümetal de Limp Bizkit, y los R&B poperos con el debido verso invitado de Jennifer López y Beyoncé, encontró a Eminem, cuyo The Marshall Mathers LP empezó a rotar cada vez más seguido.
Fue también gracias a su hermano (Rodrigo Borrazás, que luego se transformaría en DJ y productor de Pure Class Music), que comenzó a experimentar con algunas rimas y bases de manera muy casera. “Pasó el tiempo, me junté con algún amigo, hicimos alguna banda, y cuando quise acordar ya le estaba metiendo una cabeza mucho más profesional. Y dije: ‘quiero hacer un disco, quiero que tenga una estructura determinada, que las canciones tengan conexión. Como los discos que escuchaba yo’”, cuenta. Pero ese es apenas el resumen de la historia.
Vamos por partes. Aquel primer proyecto fue Tiro al Aire, un trío que formó junto con amigos del liceo que recién se adentraban en esto del hip hop. “Estábamos dentro de un círculo grande donde todos éramos raperos o hacíamos música”, explica. “Y le mostraba una canción a alguien y le preguntaba: ‘¿Esto compite con La Teja Pride?’. Yo en ese momento los escuchaba mucho, y los sigo escuchando, eran los referentes que tenía acá. Quería saber si estaba al mismo nivel, o más o menos llegando. Y los amigos son los amigos, ¿qué me van a decir?”, se ríe.
Del trío pasaron a dúo y con esa formación estrenaron su primer EP: MusicSystem, un seminal y adolescente trabajo que ya mostraba por dónde venía la personalidad y el estilo de Zalo.
“Fue una época que disfrute muchísimo, porque estábamos siempre envueltos en eso”, recuerda Zalo. “Pasábamos los fines de semana grabando o escuchando mucha música. Imaginate cuatro o cinco personas todos callados en un cuarto en una especie de altillo y escuchando discos enteros. Frenábamos la canción y la desglosábamos al detalle. Ahí agarramos la sustancia de lo que más nos interesaba”.
Ya desde entonces aparecía una de las cuestiones claves de Zalo: la necesidad de aprender y de entender cómo se construyen las canciones que le gustaban o la pegaban, para luego lograr hacer algo él mismo y que le guste a la gente.
A Tiro al Aire le pasó lo que le pasa a muchas bandas: la vida diaria y el ataque de la rutina terminaron dejando a Zalo solo con sus letras. De nuevo con Rodrigo volvió a experimentar, a grabar en su cuarto nuevas creaciones. “Éramos todos gurises, teníamos 18, 19 años. Y no salió. Pero yo seguí y en un momento mi hermano, mi gran impulsor, fue el que dijo: ‘vamos a hacerlo de verdad’. Y a partir de ese momento por suerte tengo a mi hermano al lado que me dice ‘¿Vamos a hacerlo de verdad? ¿Vamos a dejar de jugar?’”.
De esa manera salió Vorágine, su primer disco, uno que reunió algunas letras que venían de la época de Tiro al Aire y otras creadas en su etapa posterior. Es un álbum que denota una clara inclinación hacia el hip hop competitivo y presuntuoso. Y eso es más que evidente en Qué tupé, donde Zalo se despacha contra haters y colegas: “Esta vez salí con todo ¿Quién escucha tu canción? / Decís que lo mejore, ¿a quién le importa tu opinión? / La otra vez saqué un CD, a todos les chupa un huevo / Vos sacaste como tres completamente al pedo”, espeta.