El niño de Sevilla vino a subir el nivel

Fotos: Mati Jara

Fotos: Mati Jara

Arquero, una de las voces más reconocibles de Los Buenos Modales, ya hizo bailar a la gente con Flanders. Ahora con su primer disco solista quiere mostrarse como artista completo.

 

Kristel Latecki

Aunque Diego Arquero sea tan uruguayo como cualquier hijo de vecino, el acento lo delata. Cuando un desconocido le pregunta de dónde es, titubea y se ríe con la ligera incomodidad de haber respondido una pregunta que le han hecho millones de veces. Es de acá, dice, aunque nació en Sevilla. 

Hijo de padre uruguayo y madre sevillana, nunca estuvo apartado de Uruguay. Todos los años se venía con su familia -“teníamos dos veranos, hacíamos las cosas bien”-, porque aclara: sus padres eran primos segundos y la mayoría de la parentela vive acá. "Eso ha servido para que me hagan muchos chistes", reconoce.

Creció en España sintiéndose fuera de lugar e idealizando una vida mejor acá. Una de las razones eran sus intereses musicales: no escuchaba artistas anglosajones porque no les entendía la letra, así que se inclinaba más por artistas desde Joaquín Sabina a Extremoduro, su banda favorita. Atraído por las letras y la literatura, a los 12 años encontró en el rap una vía de expresión y una manera fácil de hacer música. Comenzó a rapear con Kase.O como máximo referente, y con instrumentales bajados de YouTube y un auricular con micrófono grabó sus primeros temas. Sonaban horrible y reunían todos los clichés del rapero, afirma Arquero.

Siempre supo que su vocación era hacer música y se imaginaba presentándose en estadios enormes. Era eso o hacer series de humor al estilo South Park. Lo primero ya está encaminado, lo segundo quedará para más adelante.

“Yo era el distinto. Fui el distinto siempre, con el rap y por escuchar a Extremo. La gente con 14 años no estaba para esa ni en pedo”, cuenta. “Siempre sentí que en Sevilla había una cosa más de hacerse el malo. Es una ciudad súper plancha sin necesidad, y me crié en un ambiente medio así: por un lado tenía mis sensibilidades de un guacho que le gustaba escuchar canciones de Sabina, pero me juntaba con guachos con los que íbamos a los peores barrios de Sevilla y que habían estado en cárceles de menores o cosas así. No quiero pintar que fui un niño criado en un ambiente delictivo. No, pero había una rudeza que nunca terminó de hacerme sentir cómodo”.

Arquero comenzó en la música con una banda que llevaba el nombre de Malas Intenciones, pero nunca salió de la sala de ensayo ni a tocar en vivo. No había un ambiente rapero donde pudiera hacerse las primeras armas, tampoco existían las batallas de gallos. De “cagón” solo se animó a hacerle coros a algún amigo, y lo más cerca que estuvo del ambiente del hip hop fue a través del graffiti. Alimentado por la adrenalina salía a pintar con un grupo de amigos, pero por “bardos legales” terminó alejándose. 

Por eso pensaba que en Uruguay todo iba a ser mejor. “Supongo que era en contraposición con Sevilla que no me gustaba”, dice. “Tenía mucho la influencia de mi viejo que estaba hasta las pelotas de España. Él se vino a vivir por mi madre y no quería estar más allá. Siempre lo idealicé mucho, y si era un incomprendido allá capaz que en Uruguay no. De chiquito siempre pensé que era el lugar donde yo iba a ser feliz, y lo soy a veces”. 

En 2010, a los 16 años, sus deseos se cumplieron y se volvió a Uruguay, y una vez que comenzó el liceo logró encontrar personas con las que compartía inquietudes y sensibilidades. “Pero siempre fui el gallego, no pude pelear contra eso. Para la gente era el nuevo, el gallego y el que fumaba porro. Era muy gracioso”, dice.

En Montevideo hizo su primer EP con la ayuda de su profesor de música del liceo, el músico Mario Villagrán, que también le enseñó a tocar la guitarra. Se llamaba Obras Póstumas, “me maté antes de sacar la primer obra”, se ríe Arquero. El link de Soundcloud llegó a Hache y MK, jóvenes raperos que también en ese entonces estaban comenzando. Y a partir de ahí nació su amistad. “Me escribieron diciendo que estaba bueno, hablamos y resultó que el Hache era vecino mío, vivíamos al lado”, cuenta. “Tengo mala memoria pero creo que fue ahí que empecé a meterme en la escena”.

Con Hache comenzó a cultivar una amistad forjada en su afinidad por el rap español, y pronto comenzaron a hacer música juntos, al punto que Arquero y Hache comenzó a ser un combo indivisible. Su primer toque fue como “Diego Arquero” en el desaparecido boliche IN, con Mala Hierba, el primer grupo de Hache, y Faltas de Ortografía, del cual Berna, otro gran amigo y colega rapero, era miembro. Más tarde terminarían los tres compartiendo el micrófono en Los Buenos Modales.

En 2013 Arquero lanzó Áspero, su segundo EP, en el cual Hache y MK aparecen como invitados. Y dos años después conformó la banda Los Nietos de Iván, con la que tuvo un comienzo intenso. Pero fue aquel súper grupo de hip hop el que marcó un antes y un después. 

Creado por los músicos y productores Dubchizza y Pan, Los Buenos Modales salió al mundo como un proyecto casi de laboratorio con una larga lista de MCs invitados. Sin embargo, su disco terminó siendo la mejor revelación de 2016 y del estudio tuvieron que salir rápidamente a los escenarios para seguir conquistando gente con sus enérgicos shows.

“Yo pensaba que iba a pasar algo porque siempre sentí la poca oferta y la mucha demanda de rap de este país. Sin querer ofender a nadie, pero sentía que no se estaba saciando a la gente”, afirma Arquero. “Sabía que algo iba a pasar pero no sabía qué. No íbamos a hacer una banda, pero ahora lo somos. Y se dio por el público”.

Entre sus once excelentes canciones, Flanders es el máximo hit. Es la más escuchada en Spotify y YouTube por varias decenas de miles de distancia, y es incluso el video más visto de todo el canal de la productora Pure Class Music. Su pegadizo estribillo tiene la firma de Arquero; por eso, afirma, terminó adquiriendo un lugar importante en este plantel de primera. 

“Los Buenos Modales para mí significó un salto de calidad en la carrera artística muy zarpado”, afirma. “Significó profesionalización y todo lo que soñábamos de pendejos, ni más ni menos”. 

Pero antes de que realmente explotaran los Modales, Arquero tuvo otra revelación que confirmó que lo suyo es el rap, pero que tenía que trabajar fuerte para conseguir ser alguien. Esto fue Reset, una serie de cinco cyphers grabados en diferentes exteriores y que se describen como “un nuevo comienzo, tanto en la vida como en la música, con un objetivo muy claro: despertar y materializar lo que siempre fue un sueño”.

“Ahí dije: ‘Diego, te vas a dejar de joder, estás grande para boludeces. Te lo vas a tomar 100% en serio y vas a apostar a esto’”, cuenta. “Y desde que dije eso vi que los resultados empezaron a venir al toque. Desde que entendí que había empezar a entender el juego, que ya no es solo hacer música (sobre todo en el rap), es hacer videos, crear una especie de personaje. Es tomártelo como trabajo. Yo de pendejo creía que si era bueno en mi cuarto alguien de repente me iba a escuchar y me iba a descubrir. Y cuando vi que eso no iba a pasar, que no voy a tener un padrino mágico que saque de acá, realmente me puse las pilas”. 

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Arquero ahora está dedicado exclusivamente a su carrera musical. Comenzó a idear su disco debut el año pasado y se encargó de cada etapa de su realización, desde las canciones -por supuesto- y la producción artística, hasta la elección del arte del disco, con quién se sacaba las fotos promocionales y cómo iban a ser los videos animados que acompañarán a los tracks. Además, decidió editar su disco a través de Bizarro y trabajar junto a un manager, para poder llegar a donde internet a veces no llega: a la radio, y en particular, a un público ajeno al rap.

Ese nivel de profesionalismo que aprendió con Los Buenos Modales ahora lo está implementando en su propia carrera solista. Todo está pensado y cuidado, nada está librado al azar. Todo es parte de su plan. “Los raperos se autoboicotean pila, y piensan que si hacés esto no eres real. Me parece un absurdo”, afirma. “Si querés vivir de eso, te tenés que meter en el mundo del entretenimiento también. Yo no voy a hacer de lo mío únicamente un show, pero voy a cuidar eso. Y estoy trabajando mucho para que mi personaje, mi figura artística sea un conjunto de todo. Y estoy tratando de poner la vara alta. Voy a intentar llevarlo al mayor nivel que se pueda”. 

Con ese objetivo -y esa presión- comenzó a idear un disco que en principio se imaginó que sería una serie de diferentes tipos de Flanders: canciones divertidas, bailables y funkeras. Sin embargo, intentando ser lo más fiel y honesto posible a sí mismo, el resultado final terminó reflejando al artista en todas sus facetas, separadas en dos personalidades distintas: Dieguito La Amenaza, “es una parte mía muy grande, que es el fiestero, el sarcástico”, explica, y el Arquero de ahora, un poco más serio, menos excesivo y más reflexivo. 

En la línea entre esas dos caras se ubica Chill, el primer corte de difusión. Es el Diego del día después, de la resaca y el que disfruta de la simple rutina dominguera. Sobre un bajo groovero y un beat de Vicio Martínez de AFC, Arquero ofrece una perfecta carta de presentación, y su habilidad para crear ganchos y estribillos se luce con una frase que repetiremos todo el invierno: “Tengo todo lo que ahora preciso / vinito y guiso / sonido a Gibson”.

“Cuenta cosas fuertes la canción, sin embargo, no se te hace fuerte porque es un poquito la manera como yo interpreto la vida”, explica. “Yo soy alguien que trata los problemas con mucho humor, y siento que hay cosas tan heavy que solo te podés reír y chau. Entonces, hay canciones cuya letra capaz que la lees y decís ‘fah que bajón’, pero las escuchás y las estoy cantando riéndome”.

Justamente, además de su acento su risa es parte de su seña de identidad. Los ad libs, esas improvisaciones raperas que sirven de contrapunto a los versos, no le salen para nada. Enfrentado al micrófono solo puede reírse. “Hay raperos que vuelan, el Berna es el mejor rapero del mundo haciendo eso. Y yo soy un boludo”, dice. “¡Y ya fue! Hay un montón de problemas, no vamos a negarlo, ¡pero vamos a reírnos!”.

Aguafiestas es el título que llevará el disco, un nombre que refleja esas dos partes de la personalidad de Diego: “soy el aguafiestas de verdad, el amargo cara de culo, y a veces soy tan feliz que te meo en el vaso. Me gustaba lo bipolar que tenía ese concepto”, cuenta. Y recurrió a una palabra no recurrente en el léxico rioplatense, en parte porque Cortamambo ya está tomado. 

Ese concepto visual fue tomado por el estudio de diseño Bruster para hacer el arte de tapa: con colores saturados se lo ve a Arquero justamente meando una torre de copas bien kitsch.

Dieguito La Amenaza es visible en temas como Guacho, un excelente track con pasta de hit realizado junto a Berna (luego de años de amistad esta es su primera colaboración) y una base alucinantemente minimalista de LVZY. Y también es el protagonista de Clonazefunk, un momento funk con tintes retros, compuesto junto a Vicio Martínez. 

Por allí aparecen otros momentos musicales como Juro Palabra, un transgresor y romántico house rapeado compartido con Hache y que a primera escucha también se demuestra como éxito instantáneo; o el introspectivo en Dentro, que revisa recuerdos de la infancia y apuntes sobre miedos sobre un beat de Farath de Dostrescinco.

Después está el Arquero de la competencia, el de mojar la oreja y arengar para que todos mejoren su juego. “Me estoy divirtiendo no sé por qué se enojan / les traje mil flow para que escojan / amable en la calle un hijo de puta en las hojas / les apoyo el bulto como Zohan”, canta en la canción inspirada en la película de Adam Sandler.

Otra es Doble o Nada, un potente rap de corte más clásico con la voz de JT. “Ahí estoy diciendo ‘bo, laburen, hagan las cosas bien’”, dice. “Si a mí me está yendo bien, dentro de lo que te puede ir bien acá, es una cosa de laburo. Ponete a escribir y no rompas los huevos. Hay mucho tirón de orejas en el disco. Y en realidad esos temas nunca los hacemos para nadie en particular. Tiramos el palito y que caiga donde caiga”.

Aunque estas canciones estén pensadas con los raperos en mente, Arquero pretende conquistar con su disco a personas ajenas al género. “Soy muy freaky del rap, trato de que todo lo que haga esté bien desde los estándares del flow, del mensaje, de que las rimas sean interesantes”, afirma. “Pero intento también -y eso es lo que Los Buenos Modales hacemos-, que lo escuche alguien que no tiene ni idea de rap y diga ‘mirá qué bien suena esto’. Podés hacer algo que le guste a todo el mundo y que le guste a los entendidos. Para mí esa zona es meritoria, es súper difícil de lograr”.

En Aguafiestas, Arquero tiene varias oportunidades para lograrlo. Y ofreciendo un amplio abanico musical que varía entre el hip hop más crudo y el funk más accesible, aprovechó cada una de ellas.

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Aunque lo siga cantando en Chill, Arquero ya no mezcla alcohol con Alplacin, y hace tres años que no fuma porro. “Tengo unos problemas de ansiedad terribles”, confiesa. “Ahora me vino una crisis de nuevo con toda la sacada del disco. Estuve 36 horas seguidas en un ataque de pánico. Por eso ahora me estoy cuidando más y la jodita de mezclar alcohol con ansiolíticos y toda esa boludez la estoy dejando por lo menos por un rato. Tengo un amigo que dice que hay que mantenerse un poco sano para no perder la locura de todos los días y siento eso; me estaba pasando un poco para el otro lado y quiero seguir manteniendo esa locura que me hace bien y no la que me hace mal. Así que ta, como declaración: Dieguito está tratando de dejar de mezclar alcohol con ansiolíticos”.

Sus objetivos son ambiciosos y la presión que se está poniendo es alta. Le “quedaba cómodo” el segundo lugar y compartir el escenario, afirma, por eso salir de su zona de confort y transformarse en un personaje público lo sacó de un equilibrio que ahora está retomando. 

“A partir de ahora no estoy jugando más ni en pedo”, reafirma. “Decidí que voy a tratar de hacer lo mejor que se haya hecho acá, y no es un bardo con nadie, al revés. Creo que se necesita poner la vara alta para que todo el entorno mejore. Y yo no estoy diciendo ni que sea el mejor rapero ni nada, solo digo que creo que estoy cuidando más las cosas o estoy teniendo un planteamiento del conjunto como una performance constante, que no la están teniendo los raperos acá. Eso es lo que me genera un poco de preocupación”.

Tras la salida de Chill y la rotación que tuvo en radios muchos ya le preguntan para cuándo el disco. Según planea, Aguafiestas se estrenará en las plataformas digitales de Bizarro y del sello Underclan a fines de mayo. “Ya que a la gente le guste Chill me pone nervioso. No es el tema más hitero del disco, sí lo sentía el más yo. Ojalá cumpla con las expectativas”, afirma. “Uno siempre puede soñar lo más p’arriba que pueda y también puede soñar ser Kendrick Lamar o Jay-Z. Ojalá pase. Aunque deben tener mucha ansiedad esos tipos”.