Kristel Latecki
La pandemia encontró a El Mató a un Policía Motorizado terminando una demandante gira por España. Era una parada breve para luego continuar con varias fechas en festivales de Latinoamérica y España, y shows grandes como el que se planeaba aquí, en el Auditorio Nacional del Sodre. En el medio ya todos sabemos lo que pasó. Pero para Santiago Motorizado, en ese tiempo se encontró con nuevas oportunidades, que difícil hubieran surgido si todo seguía su esperado curso.
Luego de su experiencia musicalizando la película La muerte no existe, el amor tampoco, fue convocado por Bruno Stagnaro para trabajar en la reedición de la mítica serie Okupas, adaptando canciones de El Mató seleccionadas por el director, y creando desde cero temas y música incidental. El resultado puede verse en Netflix, y escucharse en dos discos, Unas Vacaciones Raras, y Canciones Sobre una Casa, Cuatro Amigos y un Perro, el que sería oficialmente su primer disco solista.
Junto a Santiago charlamos sobre cómo le pegó la pandemia en su proceso de composición, las cumbia de Okupas y su vínculo con Niña Lobo, banda con la que compartirán escenario este 16 de marzo en el Teatro de Verano, ese tan esperado show.
Este último tiempo de pandemia en realidad has estado muy activo. ¿En algún momento del encierro hubo alguna crisis creativa, no saber por dónde empezar a encarar una música nueva? ¿Te pegó de alguna manera?
La verdad que sí. Nosotros veníamos de un comienzo de 2020 muy intenso, habíamos hecho una gira de invierno en España muy intensa, habíamos estado en Ecuador, tocamos en el Cosquín en Córdoba y Mar del Plata. O sea, el comienzo del año fue intenso. A pesar de que después no se pudo tocar ese año ya habíamos tocado bastante. Entonces, cuando arrancó la pandemia decíamos: “bueno, este descanso viene bien”.
Pero se fue extendiendo, la incertidumbre fue creciendo, el panorama ya se iba complicando, y ahí sí empecé a tener como una especie de sensación. Al principio no te podías juntar con tus compañeros a ensayar siquiera, entonces empecé a tener en la cabeza la idea utilizar este tiempo para lo creativo, que es algo que siempre estoy esperando que suceda porque la vida de El Mató es muy agitada a nivel gira y viajes. Pero algo me trababa. Se me complicó bastante hacerlo. No sé qué era. Yo creo que era una especie de incertidumbre de no poder proyectar, ¿viste? Quizás ahora a la distancia resulta un poco exagerado, pero en ese momento realmente sentía como una especie de pesar. Decía: “yo voy a hacer canciones ahora pero ¿para qué?. Empezamos a encarar un disco pero después no lo vamos a poder presentar”. Había cosas que me tiraban para abajo.
Pero ahí apareció Okupas.
Y me destrabó un montón, porque era para algo puntual. Era una serie que iba a salir, que tenía fecha y no importaba la pandemia o el distanciamiento. Eso estuvo bueno, porque sentí un poco una especie de miedo. No sé si miedo, pero un pesar de no tener esa cosa creativa de escribir. Y siempre está el miedo de decir: “ya está, se terminó mi gracia como escritor”. Y cuando apareció Okupas que tenía cierta urgencia, tuve que componer cerca de 45 piezas musicales entre canciones y momentos climáticos, más de música incidental. Y la verdad que salieron de manera muy fluida, y eso me dio una paz. No solo la paz y la satisfacción de trabajar para Okupas que es algo que yo amo y que siempre fui fan, de repente era un sueño increíble que estaba sucediendo. Sino la paz como compositor de decir: “si hay algo que me impulsa, si hay un disparador en el momento justo, las cosas están ahí”. En mi cabeza están las ideas que necesitan salir de alguna manera u otra. Y quedé muy contento también con el trabajo final, porque también era un desafío meterme en otro géneros, en la cumbia, el tango, el folclore. Era el doble desafío de destrabar esa cosa creativa y después el de meterme en un lugar totalmente nuevo.