Charlie y "Cráneo":  La guiñada constante

Ismael Viñoly


La artista Charlie editó su álbum debut titulado Cráneo, a cargo del nuevo sello Púrpura Discos del músico Paul Higgs, con seis canciones sólidas, graciosas y entretenidas; que le imprimen humor, twist y dosis de terror a una coyuntura de rock nacional que lo extrañaba. 

La estética de Charlie parece seguir linajes venidos de películas como Rocky Horror Picture Show o la influencia de bandas como B52 's. Por otra parte, y –en clave rioplatense– presenta muecas de Los Twists, el humor de Los Tontos y entre sus temas hay vívidos recuerdos de Viuda e hijas de Roque Enrol. Su voz femenina y sus irónicas letras, parecen continuar los trabajos de esa banda caracterizada por su hilaridad y con una extraña épica compositiva a la hora de sus estribillos. En Cráneo hay complicidad, su música es como una guiñada constante hecha de rimas consonantes que transitan sobre ritmos clásicos (blues, rock, twist, etc). Por todo ello, parecería ser un álbum de new wave, hechizado por lo retro y lo kitsch y que por algún motivo –o por alguna obra macabra del Dr. Frankfruter– suena fresco y actual.

La música en Cráneo es abierta por el Magnífico Dr. Frankfruter, que sirve para entender el tono y la instrumentación del álbum. Inicia con un órgano que parece resonar desde Transilvania, seguido por guitarras rockeras y ruidos sintetizados. La voz suave y relajada de Charlie narra el drama de un incomprendido doctor, adorador del diablo que solo quiere alguien para amar.

En Esclavos Modernos, su segunda canción, brotan versos como “Nena por favor cortala con la revolución / vos no sabés lo que es trabajar de diez a diez”. Frases que despuntan por el lugar en dónde son colocadas y que conforman una constante en el álbum. Un sentido extraño para componer, dónde lo inoportuno y lo antojadizo funcionan bien. Por momentos, sus letras parecen guiadas por una brújula cuyo norte son únicamente los caprichos verbales de la autora y sus giros retóricos. Esto lo transforma en un disco que en sus primeras escuchas se desnuda de forma un tanto insólita y libre. Por ejemplo, como cuando en Esclavos introduce diálogos ficticios actuados por ella misma, en dónde actúa de villana (“Lo importante acá es el dinero, y si no lo tenés, pero qué fiesta te perdés”), pero realista; porque si bien, el dinero no es todo… ayuda.

Sexo Bar es un blues para bailar de a dos en ese lujururioso lugar al que visita la canción. Tiene algo muy tongue-in-cheek, expresión anglosajona que designa a ese universo de sentencias que decimos en broma y en serio, y esto parece calzarle perfecto a la música de Charlie. Música con una apuesta estética seria y con una performance que no se ahoga en la seriedad, sino que crece en su desfachatez. 

En Saturno, por otra parte, aparecen melodías en inglés y en español y las rimas consonantes son llevadas a nuevos extremos (“Saturno, invierno, momento… Ahora confesame tus pecados mientras comemos pescado”).

El álbum baja revoluciones en Sílfide encantada y demuestra que el twist vertiginoso puede coexistir en armonía con otros panoramas. La canción es atmosférica, misteriosa y funciona dentro de la obra ofreciendo un contraste en relación a tracks anteriores. 

El día que Susi murió cierra el disco con menos revoluciones en lo rítmico, pero más descargas en lo eléctrico. Aquí las guitarras avanzan lenta e inconteniblemente hacia una orgía de colores en el final, dónde los solos con efectos de octavadores son sencillamente espectaculares. Un punto álgido en la instrumentación de un disco con la excelente visión y producción de Paul Higgs.

Cráneo cuenta con un gran retrato de portada a cargo de la fotógrafa Camila Montenegro, que la retrata como una suerte de ninfa aburrida. Y Charlie parece estar extrayendo oro del terror retro y de recetas musicales que parecían haber quedado en los ochenta. Y con lo cool de su imagen, sus canciones y sus letras, parece estar quitándonos a unos cuantos el embrujo del aburrimiento.