Dani Umpi y Guazatumba: “Es muy duende, está lleno de trampas”

Kristel Latecki

Dani Umpi se declara obsesivo. Reúne y ordena papeles, recorta letras y colores para los collages que caracterizan a su obra plástica. La música es clasificada en playlists pensadas para momentos bien específicos: la playlist para escribir, una para la mañana, otra del verano 2023. Todo lo que escucha, le dicen o lee, lo anota para luego hacer (o armar) letras y textos. Una obsesión aunque no diagnosticada, es muy fructífera.

“Siempre estoy acumulando ese tipo de de datos o imágenes. Tengo como un banco con todo eso y así es que voy haciendo las cosas. Se fue formando ese método, que salió medio solo. Por eso es que digo que soy medio duende, porque es una operación típica de duende que va juntando cosas”, ríe.  

A la hora de hacer sus canciones, esa obsesión no lo lleva a buscar referencias musicales. Ni siquiera llega con un camino claro, sino que se va encontrando en el proceso. Sin embargo, sí tiene un arquetipo, un modelo a seguir en momentos de indecisión: los discos Fangoria. “Cuando tengo una duda siempre trato de fantasear cómo lo resolverían Nacho Canut y Alaska. En mi mente me imagino y pienso ‘ah, ellos harían esto’”.

Porque también, Dani Umpi ahora se considera un músico quisquilloso. Lo que antes era una suerte de parodia de la estrella pop, o un mero vehículo más para su expresión artística, con el tiempo y a fuerza de excelentes discos, experimentaciones y colaboraciones, se transformó definitivamente en esa consagrada estrella. Un referente y un ícono. 

Luego de una muy provechosa residencia en Buenos Aires, de la cual salieron los excelentes Lechiguanas (2017) y el EP Umpi/Coghlan (2021), vino la pandemia y Dani decidió volverse a Uruguay para asentarse en Maldonado. La música continuó a distancia, intercambiando por Zoom con el productor Dr. Taba, parte del dúo Hembro y colaborador al que define como “muy versátil y muy nerd”. Juntos y acompañados de varixs invitadxs crearon Guazatumba, el último de una trilogía involuntaria de álbumes denominados con términos autóctonos del norte uruguayo.  

Esta vez el artista nos presenta a un árbol nativo cuyas hojas se utilizan como desinfectante y antiofídico. Y a nivel musical, nos ofrece un trabajo que no solo nos lleva con sus historias y referencias a su Tacuarembó natal, sino que por primera vez decidió coquetear –sin ironía– con géneros musicales nacionales.  

Sobre este disco charlamos con Dani Umpi, en la previa del show que ofrecerá el 14 de julio en La Trastienda, junto a Amigovio y Patricia Turnes, al que denominaron Futura Nostalgia. Será una noche inspirada en el kitsch pop de Federico Klemm, el barroquismo  de fines de los 80 y principios de los 90, y en el melodrama de siempre.

Guazatumba es un disco que fue trabajado con una metodología muy diferente a tus anteriores, principalmente por la distancia. ¿Hay algo de eso que haya quedado plasmado en las canciones? 
Sí, creo que fue algo hecho con mucha tranquilidad, que en otros discos no tenían. En este la actitud era totalmente distinta, que nos llevara el tiempo que nos tiene que llevar. Yo lo quería sacar el año pasado, pero me dijeron que no porque estaba el mundial, después porque ya era fin de año. Y yo seguí todos los consejos, que es algo que a veces no hago. (Risas) Porque a veces me encapricho, se me antojan cosas. Es como si te dijera que estoy más abierto. Este disco es cierta forma medio espejo del anterior. El anterior es como más aguerrido, más de la voluntad, y este es una cosa más contenedora, hace una balanza. 

¿Cómo es eso?
Porque no es necesariamente introspectivo el disco, pero tiene algo como medio acogedor. No es tanto una voz mía interior, pero sí tiene algo más cercano, no sé, más contenedor. No sé, lo pienso así. 

Es interesante. Ya Lechiguanas tenía un montón de baile, y aunque este no se escapa de la pista, tiene momentos pisteros. ¿Eso también fue algo deliberado y buscado? 
Tampoco quería que fuese un disco todo de baile, pero sí está hecho en una mentalidad de DJ. Yo quería que no fuese tan mecánico, sino que tuviera mucha textura, que fuese orgánico. Pero no deja de ser una nerdeada digamos. Es como una cosa muy nerd de todos, tiene una cosa muy tecnológica, pero no quería que fuese inteligencia artificial torpe. Por eso pensaba lo del árbol, que fuese algo orgánico pero es recontra electrónico y con todos los chiches que Taba quiso poner. En ese sentido tiene algo no de vanguardia, pero sí muy contemporáneo. Es frondoso pero es aireado también. No sé cómo decirte. Tiene muchas capas, ¿no? Y creo que se disfruta a lo largo de las escuchas. 

Me gustó el término mecánico. Creo que con eso entiendo la intención de que no sea perfecto o rígido. 
Claro, todo está medio corrido. Y a veces cuando pienso el vivo es complejo, porque claro son canciones que parecen simples que son recontra complejas. Por ejemplo, las baterías en determinado momento se corren. Es muy duende en ese sentido también. Está lleno de trampas. (Risas) De cosas que se pierden y aparecen. La voz también, no es tan gritado. Siempre fui muy histriónico y en este no, está cantado más al micrófono. Yo nunca me había visto tampoco desde ese lugar, antes estaba más payasesco. Estaba en otro lugar y de repente empecé a trabajar con otros registros. 

A nivel de las letras, ¿también tienen ese aspecto contenedor? ¿Hay algún hilo en común? Yo tengo una teoría pero te la cuento después. 
En las letras creo que no hay tanto melodrama como en los discos anteriores, pero sí hay cosas graciosas o cosas cotidianas. Mis letras siempre son muy parecidas, porque son como unos lesbodramas con ribetes esotéricos. (Risas) En este hay algo que yo ya lo había observado en el anterior –porque me lo habían señalado y en este me asumí más–, es el rol del cantautor. Tiene una veta muy cantautor y bastante uruguayo por momentos. En las melodías, en la poética, en el lirismo. Que en otro momento capaz que lo tenía pero no era muy consciente. Y en este sí, y es como el primero en el que no me importó. Incluso en Saturno pusimos unas percusiones medio uruguayas, en nuestra imaginación. (Risas) Y bueno, no sé cuál es tu teoría. 

Estoy re de acuerdo con ese aspecto uruguayo y te preguntaré específicamente sobre Saturno después, pero fui encontrando una suerte de temática a lo largo de canciones que tienen que ver con la digitalidad, o sobre la convivencia en un mundo digital. En Circular, aparece el "necesito ser digital"; en La Mitad se habla de estar desconectado; y ¿En qué andará mi novio?, todo el tema del Instagram y los mejores amigos. Todas cuestiones que como dijiste, ya son cotidianas.
Es como una reflexión tecnológica que de repente se vuelve medio metafísica. Pero eso es algo que pasa también cuando escucho lo que se habla sobre esos temas. Pero sí, no es que sea ni una aceptación ni una preocupación, solamente son disparadores. Creo que en ese sentido La Mitad sí es la más catastrófica, porque habla de huir de ahí, de esconderte en un mundo virtual. No sé si se entiende mucho, pero está presente esa inquietud con lo que estás conviviendo. Y a la vez el disco también tiene un espíritu así. Tiene muchas capas la música. A veces hay cosas que parecen medio magnéticas, como de interferencia. Y La Mitad la creo que es la canción que resume bien el espíritu, que es como una especie de acercamiento al otro mediado por todo esto que tenemos ahora. 

Tiene una veta muy cantautor y bastante uruguayo por momentos. En las melodías, en la poética, en el lirismo. Que en otro momento capaz que lo tenía pero no era muy consciente

Metámonos en Saturno entonces. Fue bastante sorpresivo escucharla, porque como decías, hay como una intención de meter algo deliberadamente uruguayo. 
Claro, no es exactamente igual a algo de murga, pero tiene elementos en la percusión. Está un poco deconstruido. Pero sí hay una referencia muy rara, porque aparezco yo siendo uruguayo tratando de hacer algo uruguayo como si no fuese propio. (Risas) Es también una canción muy melancólica, medio de borrachos en un bar. Y a la vez tiene una cosa medio masculina. Tiene muchos elementos: tiene muchos vientos, y la voz de Joaquín (Vitola, de la banda Indios) me encanta porque creo que queda muy bien junto con la mía y los arreglos tan lindos. Es de las que más me gusta. 

¿La escribiste cuando falleció tu abuelo? 
Sí, es la que hace más referencia a él y al guazatumba, al árbol. Mi abuelo siempre tenía guazatumba. Allá bastante común, se diluye en alcohol, así que nunca sé si lo que desinfecta es el alcohol o el guazatumba. (Risas) Allá es muy común por los mosquitos, por las heridas, por todo. 
Y me encanta cómo quedó. Nunca había hecho algo así, no tengo idea de haberlo hecho, y si lo hice fue con cierta ironía. 

Claro, si hubo algo fue siempre desde la ironía o la parodia. Acá no hay parodia.
Es un disco muy poco paródico y autoparódico también. Tiene otra otra onda. 

No quiero dejar de hablar de Santo, que es la última canción del disco y que cuenta con la voz invitada de la gran Elli Medeiros. 
Yo soy fan de ella y nos conocimos en varios momentos. Siempre nos tiramos muy buena onda, y tenemos una especie de clash artístico donde nos preguntamos “¿qué vamos a hacer ahora?”. Y para esta canción la invité a cantar, pero después durante la mezcla cambió muchísimo la canción. Porque la original no iba tanto para el disco, no tenía tanto el espíritu. Queríamos que terminara en una yendo a bailar, entonces quedó como una especie de remix de una canción desconocida. Teníamos un montón de voces de Elli con varias intensidades. Y me gustó esa cosa medio de recitado que hace en un momento. 

Fue una colaboración muy linda y seguro vamos a hacer más. Es como una especie de admiración, fascinación que tengo. Soy muy fan de su obra musical, es muy genia ella. Y aparte siempre hiperactiva, haciendo obras en Italia y de repente otra cosa en otro lado. Es como que no para. (Risas)

Terminó siendo un momento bien alto para cerrar el disco. 
Claro. Lo que pasa es que a ella se le debe un montón de cosas. Hay que salir a bailar, hay que festejar, porque ella es lo más divertida, ¿entendés? Y no sé, el Uruguay siempre fue raro... con todos los discazos que tiene de Elli et Jacno, de Stinky Toys, con la relación con el punk, con el electropop. Es súper importante a nivel internacional, es una gran referencia. Y lo divertido es que un montón de gente más chica ahora ya la conocen. A mí también me pasa eso, que me están escuchando gente mucho más chica y conocen todo lo de ella también. 

Y en esa canción aparece la frase: “Es el libre albedrío / que hace de todo un lío”. ¿Acá la voluntad nos mete un poco en problemas? 
Sí, por eso te decía que es como el espejo o contra cara de Lechiguanas. Que era un disco muy de la voluntad, pro libre albedrío. Tiene todo eso de la fuerza interior en un sentido muy de la voluntad y de tu fuerza, y este otro es "bueno a veces las cosas no salen como querés, pero igual hay que seguir". (Risas)