Montevideo, el rock y el desencanto. La Urbe Vortex de Naoko

Kristel Latecki

Hay un Montevideo particular que aparece en las noches, en ciertos rincones oscuros. Donde el intoxicante aroma a peligro te lleva hacia sótanos húmedos, con columnas que se interponen entre el público y el escenario. Salones lúgubres con pools añejos, whiskys baratos y olor a cigarro. Donde entre las sombras brilla un rock, seductor pero muy tóxico. Que invita y excluye. Te canta y te niega. 

En ese Montevideo, ser mujer y querer estar arriba del escenario es un deseo venenoso. Porque es para estar en el centro, abajo de los focos dándolo todo. No al costado, atrás, en el micrófono secundario. Y aquí querer no es sinónimo de poder. Porque además de la ansiedad hay que vencer miedos, que a veces son peores monstruos que el pibe de turno que te boludea, preguntándote si conocés a la banda o sos la novia de alguien. Pero de repente pasa algo, y el miedo se transforma en enojo, que a su vez se transforma en canciones. Y ahí es que finalmente llega, el tiempo que antes parecía que estaba a años luz, es ahora. 

“Antes estaba en tus hombros / y ahora tengo que organizarte el pogo”.

Urbe Vortex, el disco debut de Naoko, habla de todo esto. Del rock de antes y del que ahora las mujeres están construyendo. De una niña que se fanatiza por la música, a una adolescente ingenua que se encandila por las luces, al desencanto y la ira más madura. Aunque no sea un disco conceptual, narra una historia con Montevideo como escenario. 

“Como era mi primer disco, quería que fuera una especie de recorrido de lo que había implicado la música y de lo importante que era para mí”, cuenta Julietta Astol, cantante, compositora y productora del proyecto Naoko. “Pero tampoco quería que fuera como una antología de todas las canciones que escribí desde que empecé a hacer música hasta acá. Traté de buscarle la vuelta para que estuvieran las dos cosas. Es de alguna forma autorreferencial”. 

Luego de editar dos singles junto el colectivo Faunas, en plena pandemia decidió empezar a bajar todas estas ideas y terminó haciendo una lista de 11 tópicos y climas que quería evocar. Desde esas primeras impresiones de la música, los primeros CD que le regalaron, viendo Los 10+ Pedidos de MTV y recordando a Avril Lavigne y Black Eyed Peas. “Fue todo un viaje emocional”, apunta. Hasta el gasómetro que ilustra el arte, paisaje que la marcó de chica por su misterio y decadencia. Luego dio paso a la molestia y el hartazgo adolescente, y a una búsqueda de pares femeninos que en principio fue difícil encontrar, pero aparecieron. “Alfonsina fue la primera que vi haciendo algo que me gustó. Y después en un momento se empezó a destapar también y empezaron a aparecer un montón. Eso estuvo de más”, recuerda. Así también encontró en la rapera española Gata Cattana una voz influyente. “Era escuchar una rapera mujer hablando de cosas muy zarpadas y también de una manera increíble. Fue una referente importante, en un ambiente tan masculino”. 

“Yo quiero ser una mujer / Pero no sé dónde empezar / No sé a quién le puedo copiar / Nunca las vi, no existen”.

La ironía y el humor son dos de las herramientas que Naoko toma para darle vuelta al asunto machista. En el tema Corista Temporal, Naoko canta sobre ser el Charly de Piano Bar, pero no se puede. El único rol disponible que queda en ese Montevideo es el otro. “Una capaz que pensaba que lo que quería era hacer corista. Si no puedo ser Charly, puedo ser su corista” (Risas). Por allí también aparecen referencias musicales a todo ese pasado adolescente, como la frase reiterativa “Is that all there is” en Sirena, que podría ser Peggy Lee, pero en realidad es por vía Black Eyed Peas. “A mí me gusta mucho hacer homenajes. Me divierte hacer citas todo el tiempo”, apunta.

Después de un año de tocar por diferentes escenarios con su banda La Melancoliga, compuesta por María Mir en guitarra y coros, Rodrigo Vegh en bajo y coros, Mateo Wels en guitarra, teclados y coros, y Rodrigo Lessa en batería, van a presentar el disco oficialmente este domingo 12 de noviembre en El Chamuyo. Sonará el disco completo, además de algunas joyitas del pasado de Julietta, de proyectos anteriores y canciones que quedaron en el camino y pidieron otra oportunidad.

Melancoliga fue la primera canción que terminaste y presentaste como corte. ¿Cómo te sentiste después de bajar toda esta rabia? 
Muy aliviada (Risas). O sea, me acuerdo que cuando la terminé de escribir, me sentí muy bien. Es como si hubiera escrito esa canción hace años y no me la acordara, ¿viste? Como que me hubiese acordado y la pude bajar. Porque realmente eran cosas que yo pensaba cada vez que salía. Salía de noche o amanecía y era como que como si esa canción hubiera estado en mi cabeza siempre. 

Esa canción termina siendo el eje del disco, y tiene el video filmado en el Clash. Es un escenario que termina evocando bastante esa idea de la noche y el lugar de la mujer. Más cantando: “Cambió el mundo entero, pero más cambié yo”. 
Todes cambiamos, ¿no? Obviamente es parte de crecer. O sea, la que va al Clash ahora no es la misma de la que iba cuando tenía 19 años y estaba tipo: "wow chicos, ¿Qué es todo esto? ¡Muéstrenme, enseñenme!". Ahora es diferente, te sentís más cómoda capaz. Pero también ves gente que en realidad está en la misma.

Y el video fue una linda experiencia. Sentí como que le agarré un sentido mucho más de pertenencia. Fue una manera de apropiarse del lugar de otra forma en la que te sentís también más partícipe. Te sentís más segura también. Me pasó con otros lugares como Bluzz, que hace poco tocamos ahí. Era un lugar al que íbamos pila cuando éramos pendejas. Está bueno también desencantarse de las cosas, verlas de otra manera.

Otro de los tópicos que aparece en el disco es el rock and roll como figura. 
Como opresor, sí. Es que para mí en el disco me peleo y me reconcilio pila con el rock. Que en realidad es como una analogía de lo que me pasa en mi vida, porque vivo escuchando rock, pero a veces digo: "qué paja". Qué paja que sea todo así, admirar a gente que también te parece una mierda. O sea Charly también es un machirulo. Ha sido muy importante en mi vida emocionalmente, pero no quiere decir que no sea una mierda todo lo que representa en un montón de cosas.

Por ejemplo, en Corista Temporal todo este viaje de "yo te conozco por error", le estoy hablando al rock. Es música que no está hecha para las mujeres en realidad, que no está hecha por mujeres. Hablo más que nada del mainstream. Y si esto me llegó a mí de alguna manera es un error, pero algo tengo que hacer con esto, ¿viste? Por un motivo esto me conmueve en algún lado. Entonces, es esa tensión entre destruirlo y que no exista más, o dar un golpe y agarrarlo. 

Y tiene el verso contundente de “Yo quiero ser una mujer…”. Me encanta. 
A los 16 fue el único momento de mi vida en el que quise ser hombre. Si yo me subo a un escenario y hago lo mismo que Charly, no soy lo mismo. No represento lo mismo. Y después por data que fui recibiendo más de grande, de ver videos de Courtney Love tirándose al público y que la desnudan, ¿entendés? Literalmente, no hay nada más explícito que eso. Obviamente ha cambiado un montón, pero es como que nunca te podés sacar eso de que te subís al escenario y lo que están viendo ahí es "una piba". A mí eso me re embola. Yo sé que hay mucha gente que de buena fe va, te ve, te escucha y te apoya. Pero no deja de ser igual algo re fetichizante.

Ese fetichismo también aparece en Cositas Raras, un tema que me resulta además muy gracioso.
Es como una burla al rock. Fuerte. Ese tema lo compusimos con Rodrigo Vegh, y los dos somos muy ricoteros. Queríamos que fuera un tema ricotero, pero que a la vez se burlara del rock. Nos pusimos como si fuéramos dos detectives investigando, con la pregunta ¿quién se robó el rock? Empezamos a hacer una lista de cosas, y lo más repetitivo eran “los rockeros viejos rancios”. Decidimos entonces hacerles una guerra, y nos inventamos un villano ficticio que tiene partes de mucha gente. Es todo un chiste de satirizar todo eso. Y después invitamos a Diego Arquero, que también es una persona que le gusta mucho el rock, pero que hace rap. 

Si el germen de la idea fue hacer una canción ricotera en contra del rock, es un poco hackear el sistema, ¿no? Y tratar de pelear usando los mismos recursos y las mismas reglas. 
Exacto. De hecho también hay un poco de eso en Ruda, por ejemplo, que es más rapero también y es como peleando los raperos. 

Pasando estrictamente a la música, acá se da esta mezcla entre algo muy post punk, que me parece re dark montevideano, con algo más electrónico, de hip hop, de house. ¿Viene de un afán de mezclar géneros diferentes?
Sí. 100%. Y de hecho creo que voy a seguirlo haciendo. No me imagino hacer música de otra manera. Pero sí, me parece interesante el traer cosas viejas que me gustan porque las escuché de niña o lo que sea, y traerlas también a un sonido digerible o con elementos de hoy en día. Obviamente no hacer lo mismo que ya se hizo. Y también aprovechar las herramientas que hay hoy para hacer las cosas. Eso me encanta. Yo sentía que al ser mi primer disco quería meter todo lo que me gusta. Meter a la Gata Cattana y a Charly a convivir. Esas son las cosas son obsesiones que repito siempre en mi manera de hacer las cosas. 

Por un lado está lo post punk que se presta mucho para ese Montevideo dark y peligroso. Y temas como La Espuma con Victoria Brion, que es una balada ochentosa que sonoramente parece del año del pedo. Suena medio creepy pero incluso terraja. 
¡Sí re! Es que hay pila de cosas terrajas. Esos reverbs exagerados, los redoblantes que explotan. Todo eso me encanta.

En esta reescucha del disco un año después me pasó que le encontré otro contexto, ya que tanto acá como en Argentina están saliendo un montón de proyectos que tienen mucha influencia del post punk y los noventas. ¿Te parece a vos también? ¿Sentís que se esté armando una nueva escena que esté revitalizando en especial el tema del post punk?
Sí, yo creo que sí. Creo que está pasando algo que todavía no entiendo bien qué es. Pero hay una cosa que está reviviendo algo así como los ochenta tardíos y noventas. Yo me empecé a dar cuenta en realidad a raíz del toque que hicimos en el skatepark con Flor Sakeo y con Kira1312. Y después de ese toque nos fueron abriendo las puertas, por ejemplo compartimos con Obelisco y con Flor. Y también el público que nos que nos va a ver es re joven y evidentemente están buscando eso. Porque no es que la tendencia mainstream esté yendo en ese lado. No es que Doja Cat esté haciendo eso y entonces es obvia la influencia. Es como que fuera algo que estamos sintiendo, lo estamos haciendo y nos vamos encontrando.