Rosalía navegó el Río de la Plata “Con Altura” y se anudó el pañuelo verde al cuello

Fotos: Trigo Gerardi / DF Entertainment

Karen Parentelli



Un grupo de cuatro fans montados en sus looks 100% "motomamis" corren por una de las calles que rodea al Movistar Arena. Van contra la multitud, esos mega fanáticos que hasta acamparon para poder estar tan cerca de Rosalía como para tocarla.  

Ellos, como muchos esa noche, iban de un lado para el otro entre las cuadras cercanas al Arena, buscando entender por dónde mierda era la entrada. Con el brillo de los celulares al mango, y releyendo a cada minuto su ubicación.  

"No sé boluda, el flaco de seguridad me dijo que por acá es entrada solo para campo. Así que hay que dar toda la vuelta de nuevo."

Estamos en Buenos Aires y la Fiesta Bresh, que explotó en pandemia, fue la encargada de telonear a Rosalía. Esto fue entre el ruido de la gente que no sabía dónde sentarse y las largas filas para comprar birra con nachos. 

Sobre las 20:50 se despidió el DJ de la Bresh, y empezaron los coros para que “La Motomami” saliera al escenario. Las frases iban cambiando. Desde "Rosa, Rosa", pasando por "La Rosi, La Rosi" y obvio que “Motomami, Motomami”. El griterío de todo el Movistar Arena subió de volumen cuando se prendieron las pantallas, y quedó a la vista un lienzo blanco central que de a poco se fue pintando con las letras de las canciones de la catalana. 

“Un show diseñado para TikTok”, es una idea que se repite. Algunos la dicen buscando desmerecer. En cambio, otros creen que la artista tiene muy claro cómo llegar a las nuevas generaciones, y siempre va por propuestas rupturistas dentro del pop. Como dice una de sus letras: "No basé mi carrera en tener hits. Tengo hits porque yo senté las base' ". 

“La amo mal, marica. No me lo podía perder y verlo desde las stories de alguien más." Le dice una piba venezolana a sus dos amigas, que durante todo el show gritaron las letras. 

Muchos ya se sabían de memoria la propuesta, pero a pesar de eso no pararon en ningún momento de gozar, y gritar sorprendidos ante el comienzo de casi todos los temas. Sí, alta intensidad de energía se sudó esa noche. 

Luz, cámara, acción 

"Chica, ¿qué dices? Saoko, papi, saoko." 

Ya sabíamos qué iba a pasar: empezó el show. Rosalía ingresó lentamente al escenario junto a sus bailarines, todos con cascos iluminados. Moviéndose en bloque y aún sin distinguirla a ella, simularon una forma de moto humana. Y así se dio el inicio de este espectáculo que no necesitó más que una estructura minimalista de escenografía, y una gran artista. Que se bailó todo y encima llegó en vivo a los mismos agudos de sus temas grabados en estudio. 

En la segunda canción ya se colgó una guitarra negra y fue con Dolerme. Para después hablarle de pleno al público: "Hace unos tres años había estado actuando por aquí, y fue la primera vez en mi vida que me acogieron en otro país como si fuera mi tierra”. Rosalía parece una niña abriendo los paquetes de regalos de Navidad. Se tapa la boca con la palma de la mano, pero por el micrófono igual se le escapan los sonidos de sus sonrisas. Dice que tanto amor, que tanto cariño, y que gracias por eso. Le habla a su público, después de parar y abrir los ojos bien grandes y ver el tamaño del auditorio al que le estaba dando su show. "De verdad, muchas gracias por tanto cariño. Son un público increíble."

Los argentinos respondieron a su modo. Con mucha energía y una mezcla de baile con pogo en el campo que estaba dividido en dos sectores.

Y empezó el juego con sus fans. 

– Rosalía: ¿Si yo les pregunto, Moto?

– ¡Mami! Le contestó todo el Movistar Arena. Esto fue con varios bises. 

A todo esto se sumó un gran gesto feminista. Porque le regalaron desde el público un pañuelo verde, símbolo del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo que tenemos todas las mujeres. Ella se lo anudó al cuello y continuó el resto del concierto abanderando esta causa. Esta no fue la única reivindicación política de su gira por América Latina. En Brasil cuando cantó Abcdefg, al llegar a la “f” desde el público gritaron: "F de Fora Bolsonaro", y ella lo alentó. 

Pero no todo fue fiesta. En las redes surgieron voces críticas al mensaje de empoderamiento que comparte Rosalía. Porque lo describen como un disfraz para la autoexigencia y el disciplinamiento sobre lo femenino. La escritora mexicana Brenda Navarro dijo en una entrevista con la publicación argentina La Agenda Revista: “En vez del síndrome de la impostora, yo tengo el síndrome de la Motomami. Vivo con el peso de sentir que en todo lo que hago la tengo que romper. Si escribo tengo que ser la mejor. Si soy madre tengo que ser la mejor. Tengo que ser el meme: la Rosalía canchera que masca chicle con mirada desafiante. Esa que puede con todo. Contra todos."

Los fans son parte del show

Con el espectáculo mega arriba, después de cantar su colaboración con la cantante Tokischa, Linda, paró para leer parte de los carteles. Esto lo hizo mientras sostenía una cámara para filmar y transmitir en vivo, al público y a ella misma. 

La catalana lee: “Rosalía, ¿me podrías firmar el culo?”. Entre risas nos dice a todos: “Es una petición un poco inusual, puedo intentarlo".

Llegó La Noche de Anoche, el feat con Bad Bunny, y acá ya todo se fue de tema. Rosalía bajó del escenario y le puso el micrófono a varios fans para que cantaran. La llenaron de regalos, volvió con una bandera argentina que tenía estampada la M de Motomami en rojo, arriba de las franjas blancas y celestes. También con varias cartas y una corona de flores a lo Gilda peinando su cabeza. 

Sigue uno de los momentos más performáticos de esta gira que comenzó en el mes de julio en España. Canta Diablo. Se sienta en una silla de peluquería para sacarse el maquillaje y cortarse con tijera un par de extensiones. Se suelta el pelo que llevaba dividido con dos colitas. "Con tu permiso Buenos Aires me voy a despeinar". Y le queda su largo y castaño pelo ondulado al movimiento. 

Las luces bajaron, el show tomó un aire más íntimo. Con un piano de cola tocó Hentai, del Motomami que vino a presentar. Después Malamente, de su segundo disco El Mal Querer. Un despliegue enorme se armó para cantar De Plata, tema de Los Ángeles, su primer álbum. Una cola de tela negra que cubrió medio escenario la vistió desde la cintura, y ahí mostró lo bien que canta. Su voz podía llegar a notas muy agudas y mantenerlas por varios segundos, para después rápidamente pasar a tonos graves. Este tema es unos de los hitos de su carrera, ya que en 2017 demostró la vigencia del flamenco y volvió a poner al género en el mapa. 

Dejó sus canciones por un ratito y metió un remix de clásicos del reggaetón. Gasolina de Daddy Yankee y Papi Chulo de Lorna. Dijo que era la hora de las “Motomamis". Bailó fuerte, se movió con ganas y hasta sacudió su culo para el público. Después se fue para otra onda y lanzó una promesa al aire: “Voy a escribir una canción inspirada en Piazzolla". 

Empezaron las primeras melodías de Yo x ti, tú x mí, y subieron fans a bailar al escenario. Esto se hace tras una preselección que hace el equipo de la artista, entre las primeras personas que llegan. 

Además de sonreír y mostrar ojitos de adolescente que mira a su primer amor, Rosalía esa noche lloró. Y muchos de los fans también. El quiebre fue el tema Como un G. Los bailarines salieron a trapear el piso del escenario con mopas, como para "barrer" la energía generada, porque vuelve el agite.

La catalana se despidió Con Altura, su canción con J Balvin. Volvió con los bises a los pocos segundos de cerrar el show. Es que realmente no paró. De bailar, de cantar, de tocar, de hablar. Y ahí salieron andando en monopatines. Una cámara con Rosalía y otra con un bailarín, este tipo de juego audiovisual desde la intimidad del escenario estuvo presente a lo largo de todo el show.

Esto solo fueron un par de historias del primer show de Rosalía en Buenos Aires. Donde desplegó una pantalla que funcionó como lienzo blanco para pintar toda su música por casi dos horas. Una artista ícono de una generación en el momento cúspide de su carrera. La "Motomami" da clases sobre cómo romper récords con la gira de presentación de un disco, sin cambios de vestuarios ni grandes estructuras para la escenografía. Hay algo que queda claro, y es lo que pasa con la experiencia de apreciar una obra de arte: ver fragmentos de su show por las redes no suplantará nunca la verdad del recital en vivo. La energía de miles de personas gozando al mismo tiempo, la voz y sonrisa de esta artista. Las mariposas siguen sueltas, nos transformamos.

CrónicaKristel LateckiRosalía