Wos metió una patada de canguro que hizo delirar al Palacio Peñarol

Ismael Viñoly

Valentín Oliva debutó en vivo en Uruguay con localidades agotadas en un Palacio Peñarol que pacientemente lo esperó por dos años y lo hizo en el marco de la gira presentación de su disco OSCURO ÉXTASIS, editado por Doguito Records el año pasado. Una noche lumínica y consagratoria para un artista cuyo talento sobresale del contexto urbano y que está llamado a ser una de las grandes voces del rap latinoamericano.

La expectativa del toque era alta. Surgido de la escena freestyle Wos fue campeón en de la competencia argentina El Quinto Escalón y del torneo internacional de Red Bull Batalla de los Gallos 2018, el torneo más importante del género. Por otra parte, las reacciones del Kun Aguero en sus streamings, lo sacaron del under y lo pusieron en los oídos de deportistas de la élite mundial. Wos, en el camino, comienza a editar discos construyendo una obra que busca imprimir su nombre en la historia de la música rioplatense. Punto compartido con el Duki, ya que ambos anunciaron recientemente recitales en estadios que ya llenaron y marca el pulso de un género que no para de crecer: el urbano Made in Argentina.

Por estas y otras cosas, el toque de Wos tiene un sabor especial: el de ver a un artista en el punto justo. Eso es lo que pienso cuando camino por la calle Magallanes donde hace frío, pero hay ambiente. Unas cuadras antes comienza a juntarse un hilo de gente que avanza en dirección al palacio. Al llegar me topo con imágenes que dan cuenta de la popularidad de Wos. Varios puntos de venta de merch en la calle: “Remeras a 500 y el gorro a 250”, escucho a un vendedor decir “Pegotines uno por 20 y tres por 50” y a un revendedor susurrar que tiene “reventa de entradas” y que “solo le queda campo”. La cola para entrar es larguísima, varias cuadras esperan con la estoica calma de saber que se viene un show grande. El público es mixto y el grueso va desde adolescentes a jóvenes de 25. Por otra parte, veo que hay fans pequeños, ya que varias madres y padres acompañaron a sus hijes al show. 

Al ingresar al Palacio un “Wosito… Wosito…” emerge cada tanto del rumor de las gradas. Si bien el recital era a las 21 horas, hubo que esperar. El público aburrido se divierte cantándole “que los cumplas feliz” a uno de los espectadores y se ilusiona con la salida de Wos, cada vez que se prende una de las máquinas de humo. En determinado momento comienzan a sonar unos sintes en plan obertura. Un in crescendo de sintetizador que fue metamoroseándose desde un rumor casi imperceptible durante siete minutos hasta transformarse en la primera canción, cuando el escenario se tiñó de azul y creó la expectativa perfecta para el próximo capítulo. 

Con el pelo teñido de rosado, una musculosa blanca y una cadena plateada, Wos le dijo hola a Uruguay subido a la cabina de sonido, a unos 50 metros del escenario principal, bajo un haz de luz blanca en modo Yeezus de Kanye West. Lo hizo cantando los versos de INTRODUCCIÓN AL ÉXTASIS, una canción introspectiva, en donde el artista se hace preguntas existenciales y suelta versos como “Oscuro éxtasis, valga la ambigüedad / Estado de crisis pa'l humano literal”. La entrada de Valentín dejó atónitos a los presentes. Luego, en perfecto estado físico, se dirigió al escenario principal, acompañado por su banda y tocaron BUITRES. En el campo, unas adolescentes ponían sillas de plástico para pararse arriba y llegar a ver al rapero que saltaba como loco y rapeaba a la perfección. La masacre de sillas no se hizo esperar y las patas colapsaron en los primeros compases del pogo. La gente coreó las canciones dejándolo todo. De hecho, por momentos, el público empataba y superaba a la voz de Wos lo que dificultaba escucharlo.Toda la banda saltando. Otra silla de plástico rota. 

En su set hubo momentos para todo. Uno de los highlights fue cuando con la base Guerrilla Radio de Rage Against the Machine comenzó a tirar un freestyle en vivo. Como un buen maestro de ceremonias buscó el consenso y soltó un: “Acá hay hermandad / Cueste lo que cueste / Argentina y Uruguay compartiendo la celeste”. El Palacio Peñarol entero saltaba y desde el centro del campo asomaba un muleta, que un espectadores levantaba al cielo, cuando surgió con más fuerza un coro cantando: “Wosito… Wositooo…”. También hubo lugar para un beatboxing junto al baterista, que a medida que subían las pulsaciones se iba transformando en un beat de Skrillex, para después agarrar una guitarra y ponerse a tocar punk. La gente deliraba.

Su última canción ARRANCARMELO fue un hit bien coreado. En estos pasajes es donde Wos demuestra que además de rapear, puede entonar bien. Se mueve cómodo en la balada, el coro fue unísono y los aplausos cerrados. Por otra parte, la sección más funkera del espectáculo comenzó con NIÑO GORDO FLACO donde tiraron dos pelotas inflables que rebotaron entre las manos de los espectadores y continuó con CAMBIANDO LA PIEL,  que también tuvo versos improvisados y donde una bola de cristal XXXL remató el toque disco de la parte más bailada del show.

Para el cierre Valentín guardó dos de sus bombas. CANGURO, en dónde se filmó con una cámara selfie stick que proyectaba en vivo su cara atrás y para los bises PÚRPURA, que coronó casi dos horas de música donde se puso al público en las manos y cerró con éxito la gira presentación de OSCURO ÉXTASIS.  

Con un “Wosito… Wosito…” aún reverberando en la mente de los espectadores, al salir se repetía un semblante de tranquilidad. El de haber visto uno de los shows del año. Además, para muchos de los adolescentes allí, su debut en un recital y un recuerdo que seguramente atesoren el resto de sus vidas. Me quedo con la sensación de haber sido espectador en la consolidación de una nueva estrella. De un artista llamado a ser una de las voces de su generación y cuyo techo es su propia inteligencia y sus capacidades artísticas. No en vano es uno de los artistas más escuchados en su país y también en el mundo.

Por otra parte, Oliva presentó a una banda impecable, que puede tocar fuerte, suave, puede groovear y –por momentos– subirse a unas rachas metaleras que son su principal diferencial. El Palacio Peñarol era un lugar que no recibía shows de este tamaño desde hacía mucho tiempo. Un lugar que tiene fama de sonar mal por su acústica. Cuenta la leyenda urbana que el toque de Ramones en los ochenta fue inescuchable. Sin embargo, no fue el caso. Era una apuesta osada hacerlo allí, pero en esta oportunidad salió bien.

Al salir del espectáculo recordé una frase que alguien me dijo una vez: “Si un argentino se pone las pilas, puede ser el mejor del mundo. Wos esto ya lo demostró en el mundo del freestyle. Tiene esta cosa muy argenta, una actitud ganadora, que es leída como soberbia por algunos en Uruguay, pero que sin embargo no me deja de maravillar.  Esa cosa de querer comerse al mundo, de querer ser el mejor derrochando talento; y que en la noche del Palacio nos invitó a beber. O en sus palabras, con un “Flow demasiado argentino / Demasiado duro pa'l mal gusto de tus amigos”.