Kristel Latecki
En esta era pandémica, el encierro es algo incómodo e inusual que el mundo padece y quiere romper a toda costa. Sin embargo, para Camila Domínguez aka Lila Tirando a Violeta, es allí donde ella prospera.
Cuarenteneando en su casa, rodeada de sus aparatos y sus gatitos que cada tanto encuentran la computadora en su camino, Lila acaba de sacar el disco más íntimo y tal vez más notorio de su carrera. Comisionado y editado por el sello mexicano N.A.A.F.I, Limerencia es un excelente y poderoso álbum que muestra a Lila en un extraño y nuevo lugar: la vulnerabilidad. Allí se hace escuchar y entender con una claridad que no aparecía en sus tantos trabajos anteriores. Deja entrar los sonidos que marcaron sus constantes visitas al hospital. Pero también hace bailar, con una mezcla de electrónica experimental y ritmos latinos (en especial reggaetón), que medios la han catalogado dentro del llamado “deconstructed club”, un subgénero que cuenta con aportes de SOPHIE, Arca y Aïsha Devi, pero también tiene a Lila y Lechuga Zafiro como grandes referentes.
Gracias a internet Lila creó para mí misma un mundo plástico y libre de constricciones musicales, con el juego y la experimentación como alimento, y los foros como guías. Así, a los 14 años comenzó en la música creando una “electrónica un poco rota”, con sintetizadores que primero coleccionaba y luego aprendió a armar con circuit bending.
“En esa época estaba Camposanto, estaba el Lechuga, y hacíamos todo con muchos sintetizadores, mucho hardware”, cuenta Lila. “Hacía glitch, drone. Era una época muy ruidosa. En un momento trabajé o me vinculé con Emil Montgomery que también me dio un par de piques y sintetizadores. Siempre estuve experimentando hardware, pero recientemente hice un quiebre y di o vendí la mayor parte de mis equipos para equiparme más de software. Me di cuenta que había que tener un balance, estaba grabando todo el tiempo pero no estaba produciéndolo. El quiebre fue empezar con la computadora y producir. Sentarme y grabar”.
Su primer disco fue editado en el sello Nikikinki Records, creado en conjunto con Fede Julen. Oliverio Girondo (2010) es una experimentación ambiental con field recordings (grabaciones de campo), sonido lo-fi y momentos drone. Ese fue el inicio para una carrera en permanente mutación y producción bajo varios nombres (algunos de los cuales prefiere mantener en secreto).
“Sí entrás a Bandcamp creo que hay como más de 50 discos míos ya”, afirma Lila. “Fue mucha experimentación y juego. Al principio era grabar y sacar como ejercicio. Yo no tenía mucho filtro tampoco, eso tenía sus pros y contras. Pero bueno, hay mucho material”.
Tanto que decidimos separar sus producciones en etapas: la primera más experimental, con el glitch y el drone como géneros principales. Luego su gran etapa vaporwave y ambient –“creo que fue por eso la única razón que ‘destaque’ porque fue muy en los comienzos y había muy poquitas personas haciendo eso”, cuenta–. Y finalmente el ahora, con su interés por la fusión de lo experimental con la cultura de baile latina, y también, marcada por una “profesionalización” y una mayor difusión a nivel mundial tanto de su carrera solista, como de su genial dúo con Hiela Piérrez, A.M.I.G.A.
Algo que siempre me pasó con Lila Tirando a Violeta es que siento que te estoy corriendo de atrás. Porque en el momento que editás algo, ya enseguida está saliendo otra cosa. ¿La composición y grabación es algo que está sucediendo todo el tiempo?
Sí, todos los días. Estoy grabando cosas con el celular las 24 horas. Estoy mucho tiempo sola, o más bien adentro. Trato de focalizarme en grabar o en estar ideando. No me puedo quedar mucho quieta (risas). Estoy todo el tiempo tratando de canalizar –ansiedad o lo que sea–, y me pongo a grabar. Tampoco tengo mucho filtro sobre lo que saco. Ahora soy mucho más cuidadosa, eso sí. Pero es constante, me gusta eso de sacar cosas todo el tiempo.
¿Querés contarme alguno de los alias?
(Risas) Hace poco saqué un disco bajo un alias con Manuela Vilanova que es una chica uruguaya que esta en Bélgica. Se llama Sound Mirrors, era de 12 horas y lo comprimimos a media hora. Ese es uno reciente, pero sino tengo otros alias dentro del vaporwave donde era muy común, algunos más conocidos que otros. Pero prefiero que queden ahí (risas).
El vaporwave fue un fenómeno digital y de samples, ultra nostálgico y casi nunca tomado o tomándosela en serio. ¿Cómo te vinculaste con este género?
Al principio empecé haciendo todo yo, pero también era todo ruido y experimentación. El vaporwave fue una «comunidad virtual» de la que me costó escaparle, porque fue un género muy fuerte en internet, no tanto en la vida real. No conozco las caras del 90% de las personas con las que colaboraba en esa época.
En principio siempre usé mucho foros, servidores bastante ocultos, y ahí conocí a un montón de gente, y gente muy conocida –músicos como Ariel Pink que lo trajimos a Montevideo–. Y surgieron muchas colaboraciones de ahí, algunos los conocí en persona mucho tiempo después y eso estuvo bueno, pasar al otro plano.
¿Cómo era en esa época trabajar a distancia con gente que no conocías? Me imagino que toda esta etapa te re sirvió para ahora.
¡Es que ahora todo el mundo está haciendo lo que siempre hice! En realidad es bastante práctico para mí, porque me cuesta un poco la interacción social cara a cara. Mi forma de grabar es bastante particular, también con A.M.I.G.A, entonces está muy bueno no tener que hacerlo en frente a otra persona (risas).
¿Cómo definís esa manera particular?
Bueno, en los últimos temas que estuve haciendo están muy caracterizados por una voz muy efusiva, hago muchas formas y experimentaciones. Trabajo mucho con field recordings. Voy buscando diferentes experimentaciones con la voz, formas de cantar en distintos lugares.
Trabajo mucho con Logic y generalmente es todo acá en mi casa. Yo mantengo mucho eso del juego porque no tengo educación, no estudié música nunca, entonces es improvisar mucho. No terminé el liceo, fue todo YouTube (risas).
Cuando «terminé» con el vaporwave hice un quiebre y comencé a hacer todo original de nuevo, tratando de no samplear. Igual me gusta mucho la idea del sample. Pasé de hacer todo con samples de creative commons a hacer de cero las cosas.
¿Qué fue lo atractivo de utilizar samples? ¿Hacer tipo puzle o transformar el original?
Sí, era un collage. Y también del no saber cómo, no tener formación de música. Era un juego constante de experimentar con la música de otras personas. No sería un remix, porque lo rompía totalmente y construía algo nuevo. Pero sí, es parte de eso, por no saber. Después fui aprendiendo a base de eso para hacer mis propias cosas de cero, más estructuradas.
El disco ejemplo de esa época es el Golden Ratio, hecho casi todo a base de samples. ¿Qué me podés contar de ese disco?
De muchos discos no tengo tantos recuerdos. Más que nada porque estuve un tiempo muy enferma y perdí bastantes momentos. Pero Golden Ratio fue pura experimentación y lo hice en Audacity, que es un programa muy muy básico. No eran solo samples, también lo procesaba por Kaoss Pad. Nunca pensé que en el vaporwave le fueran a dar tanta relevancia, pero se hicieron varias ediciones. Fue interesante, pero tampoco lo considero como algo en lo que le haya metido tanto.
¿Qué disco preferís de esa etapa?
Fuente Vital, que uno que tiene mucho más trabajo, porque int
enté hacerlo mucho más elaborado. En esa etapa sacaba muchos, pero hay un uno de remixes Windows 96’s al que le fue muy bien, ese tampoco tiene tantos samples.