Caetano López
Kristel Latecki
Cuando era niño, Felipe Lobato dibujaba ciudades futuristas. Hoy como Pobvio, productor y DJ, construye composiciones que se imaginan lo que vendrá.
En los años 90 la primera ventana hacia el futuro eran los canales de música, especialmente las horas dedicadas a la electrónica. Por ahí vio desfilar a Underworld, The Prodigy y Faithless, cuyos sonidos empezaron a nutrir la banda sonora de sus ideas.
Si esos primeros videos lo llevaron por el camino de la pista de baile, fue su abuelo quien puso la piedra fundamental en su carrera musical. Con un sueño trunco de ser músico, era quien espontáneamente se ponía a cantar en la mesa ópera, tangos y boleros; al que la familia lo consideraba “medio loco”, pero para Felipe era su fascinación. “Lo cito como mi primera influencia porque fue alguien que me animó a hacer lo que uno tiene en el corazón sin importar lo que digan los demás. Le chupaba un huevo lo que pensaran de sus intervenciones”, dice Pobvio. “Era muy buena gente y humilde también”.
De adolescente, luego de que su referente falleció, supo definitivamente que a través de él tenía sangre charrúa. “De chico quizás no hubiese entendido mucho, pero él siempre decía que tenemos ese origen, y le atribuía ciertas características físicas a eso: que tenía el pelo súper lacio y nunca se quedó pelado ni nada, tampoco tenía muchos pelos en el cuerpo. Y también por esa cosa de guerrear, de salir para adelante contra toda adversidad económica o social. Te empoderaba en el sentido de decir ‘no importa lo que te digan, vos seguí haciendo lo tuyo’. Era un valor que nos transmitió”.
Investigando su árbol familiar también dio con ancestros charrúas del lado materno, lo que lo llevó a fortalecer aún más su identificación y conexión con su abuelo. “A mí me encanta formar parte de eso y lo siento como algo muy profundo, que tiene relación con todo esto que hago ahora”.
Fiel a lo que pasaba en los 2000, en sus oídos convivía el rock, el pop punk y nümetal del momento con la explosión del reggaetón. Blink 182 y Linkin Park con Gasolina. Comenzó a formar bandas de rock y de cumbia, pero llegó a sus manos el programa Fruity Loops y su atención fue desviándose decididamente hacia la computadora. Pero por ese entonces el rol de productor electrónico todavía no estaba instalado en el Uruguay donde llega todo tarde, y demoró en encontrar pares.
Uno de los primeros fue Csom, amigo y hermano musical que le abrió las puertas a la experimentación y que luego lo conectaría con una nueva comunidad musical, y Lechuga Zafiro, con quien fundó en 2015 el sello Salviatek y propuso una mirada diferente a la escena de club de baile.
Siguiendo su propia agenda y por fuera de lo que sucede en la industria que pide nuevos lanzamientos a ritmo fordiano, Salviatek edita creaciones de acuerdo a las lógicas propias de creación. “Por amor al arte” y apostando más a la calidad que la cantidad, sus diferentes ediciones tienen en común una filosofía que busca siempre desafiar lo establecido. Imagina sonidos nativos que toman del pasado y el presente para crear nuevos futuros globales. Propone distopias donde la naturaleza se une a la tecnología, creando así una fibra que los une con rituales que se suceden en diferentes focos del mundo.
Esas mismas ideas también se trasladan a la música que lleva su nombre. Confluyendo sus raíces, sus influencias y sus propios intereses, los tracks de Pobvio son experimentos para la pista. Rompen y rearman ritmos de candombe y reggaetón, introducen elementos del house, techno y trance, e incluso guiños a oldies que suenan en las radios hasta hoy. Factores que sumados al afán disruptivo y la búsqueda de libertad creativa definen lo que luego se llamó deconstructed club.
Sus últimos trabajos como productor incluyen canciones junto artistas como Nomusa y Anxiety Report, tracks que fueron incluidos en compilados internacionales y el EP Latido (Salviatek, 2020), que creó junto a Rasenk en plena pandemia.
Pero mientras cultivaba una cultura de club renovada y libre en espacios como los creados por el colectivo multidisciplinario Jadeo, Pobvio puso sus bandejas a disposición del género urbano que ha tomado mayor protagonismo en los últimos años: el trap. Comenzó con Pekeño 77 como su DJ para los vivos para luego comenzar a producir para él y otros artistas emergentes del género como Franux BB y Joakk. Hoy tiene junto a ellos un interesante catálogo de canciones que también proponen novedades dentro del género desde una mirada local pero con una clara llegada internacional.
Caetano López
Salviatek tiene una filosofía o un estilo que enseguida conectó con lo que estaba pasando a nivel mundial, específicamente con fusiones entre lo electrónico con lo latino, con la cultura de baile, y la revalorización de la cumbia y el reggaetón. ¿Esa filosofía se mantiene al día de hoy que la situación ha cambiado tanto y el reggaetón ya no es un género discriminado sino la moda?
Claro. En realidad Salviatek siempre trató de estar 10 años más adelantado de lo que pasa hoy en día. Estábamos experimentando con el baile funk o con el reggeatón mezclados con la música electrónica, y eso ya está consagrado. Pero ahora los discos que están por salir están explorando ritmos que siguen siendo desconocidos para el público general. Por ahí no está tan vigente en el sentido de los clubes. El club era parte de la identidad de ese tipo de sellos y el no poder tocar quieras o no afecta a la escena en general. Pero en cuestión de sonido sí, porque la búsqueda de Salviatek es esa: siempre estar viendo hacia el futuro. Capaz que suena creído, pero tiene esa tendencia vanguardista de sonido, una exploración.
Como productor y como DJ, ¿cómo podrías definir tu propia visión a la hora de crear?
Lo que me interesa de la música es lo que puede transmitir a las personas más que nada. Lo veo como un medio de comunicación, y siento que hay información o cosas de mi interés que pueden tener un eco en las demas personas, así como yo también escucho producciones que me inspiran de otros artistas. Entonces, elijo qué cosa poner, qué sonido o que sensación quiero transmitir y me manejo por ahí.
Por ahí un track querés que sea duro, que sea feroz o rudo, porque tenés esa energía que querés sacar. Pero por ahí otro track te gustaría que te transporte a otro lugar con la imaginación. A mí me interesa mucho esa búsqueda de sonido, de transmitir vibras, transmitir sentimientos con el sonido.
Los temas No Más Te Amos o Show Me Guaracha, que son remixes de temas viejos, ¿pertenecen a esa veta más emotiva?
Sí, total. Show Me Guaracha es un remix de un clásico de house, Show me love es de mis canciones favoritas de toda la vida. Me encanta, me gusta mucho el house de los 90. Y en No Más Te Amos hay un poco de humor. Es un oldie que se escucha en todas las radios de latinoamérica, es una melodía que asocias al toque. Ahí hay una faceta de humor que por ahí no exploro tanto últimamente pero me gusta.
Comenzaste siendo DJ de Pekeño 77 y luego te fuiste adentrando en la producción. ¿Cómo fue esa conexión?
Cuando vi aparecer al Peke al toque quise colaborar con él porque sentí que era el primer artista rapero que realmente me parecía súper genuino con lo que estaba presentando. Y tuve ganas de darle ese empujón en cuanto a lo que podía darle, que era buenas bandejas. Apostamos de los dos lados, porque ellos me abrieron pila de puertas y estoy enormemente agradecido siempre.
Siengo que género urbano siento acá está empezando. Y aparte de mi interés está la idea de crear una escena, aportar a la movida, a la cultura. Es una forma de fomentar esa industria musical que tiene mucho para decir en esta parte del planeta. Por ahí no tenemos mucha infraestructura pero sí tenemos mucha información, muchas ganas de mostrar lo que somos.
¿Qué tan diferente es trabajar como DJ para un artista urbano que en el club?
En realidad tienen muchos puntos en común, porque creo que el acto del trap ha cambiado bastante la manera en que la gente quiere ver un show en vivo o percibir la música. Siento que el género urbano tiene muchas cosas parecidas a lo que podría ser un DJ set en una pista de baile: tenés que animar a las personas y estar presente, no solamente dar la música. Pero son dos ramas diferentes de todas formas, una cosa es el club de baile en el medio de la noche y otra es el show en vivo de un rapero.