Kristel Latecki
Pedro Dalton dirá que no hicieron nada diferente. Que construyeron las canciones como siempre las hacen, con Marcelo Fernández, Gustavo «Topo» Antuña, José Nozar y Pedro como capataces de una delicada e intrincada obra. Que volvieron al estudio de Gastón Ackermann para trabajar con él codo a codo, hasta llegar a los detalles finales. Que por ahí encontraron nuevas inspiraciones, pero que siempre las tienen. Pero que el cambio -porque lo hay- vino de adentro.
El octavo y anónimo disco de Buenos Muchachos encuentra a la banda en un momento maduro, tanto en su sonido como en sus relaciones personales. En un momento de inspiración, de búsqueda de nuevas maneras de tocar e interpretar. Y en un momento donde saben cuando soltar y cuando pelear.
La banda, que ha sabido sobrevivir terribles vendavales internos, cambios de décadas y de modas, logró transformarse en un grupo fortalecido, consistentemente excelente, sorprendente y desafiante. Y este último trabajo vuelve a demostrar que todavía tienen cosas nuevas para ofrecer.
De eso hablaron hace unos meses Pedro y José, que nos meten dentro de la grabación y la creación del sonido que hizo de #8 uno de los mejores discos del año pasado.
Después de Nidal, y todo lo que sucedió con ese disco, ¿cómo encararon este nuevo disco? ¿En qué lugar creativo se encontraban?
Pedro Dalton: Empezó con una meta que nosotros no sabemos ponernos, o que ya lo habíamos hablado en algún momento pero nunca lo logramos: no esperar cuatro años para sacar un disco. Queríamos hacer un disco rápido, que quedara como quedara. Incluso teníamos pensado grabarlo en la sala de ensayo.
José Nozar: Previo a Nidal habíamos pensado que este disco lo haríamos nosotros, en la sala de ensayo o en Playa Verde. Lo grabaríamos nosotros y sería un disco con composiciones muy largas. Pero después de Nidal decidimos hacer un disco en dos años, porque aparte había bastantes temas que iban quedando atrás y sabíamos que teníamos material. Así que empezó así: con la búsqueda del material y la selección de una cantidad un poco más acotada de temas para empezar a trabajar.
¿El material entonces ya se venía trabajando de antes?
JN: No se venía trabajando por parte de la banda, cada uno lo venía desarrollando en su casa. Entre los cuatro (Pedro, José, Marcelo y Topo) seleccionamos la cantidad de temas.
PD: Ya en Nidal empezó a pasar que había composiciones de José, que antes no había. Yo también metí un tema en Nidal, entonces se genera un poco de descanso para Marcelo y para el Topo que eran los encargados de eso. Y aparte, los cuatro ya queremos sacar nuestros temas nuevos. Lo único que fue medio sorpresivo de esto, que fue una idea de Marcelo, fue grabar en el estudio de Gastón Ackermann, que era todo lo contrario a lo que veníamos hablando de grabar en un garaje. Sabíamos que eso requería de un dinero importante para meternos en un estudio importante, con un sonido y una prolijidad importante. Y nos motivamos para que saliera. Con ese estado de inconciencia natural que tiene Buenos Muchachos, terminamos haciendo este disco que para nosotros es una obra maravillosa, realmente.
JN: Marcelo nos convenció. Ahora estamos todos dóciles y nos dejamos convencer.
PD: Y hasta Gastón pudo disfrutar de esa ductilidad.
JN: Sí (risas).
¿Por qué justamente volvieron a trabajar con Gastón, después de hacer Uno con uno…?
JN: Nosotros lo vivimos diferente a como lo vivió Gastón, pero nos vinimos a enterar ahora. En Uno con uno… nosotros no estábamos en nuestro mejor momento personal, y fue un disco que no logramos exactamente lo que queríamos en algunas canciones. Y nosotros sentimos que el trabajo con Gastón no había sido, desde el punto de vista sobre todo de la relación, todo lo bueno que podía haber sido. Resulta que eso era una cosa nuestra, Gastón nunca había sentido que hubiera ningún problema puntual con nosotros. No importa, pero nosotros como magnificábamos todo, era así. Marcelo quiso volver con Gastón, pensó que podría estar buenísimo y que sería como una revancha. Le dijimos que sí y no podemos estar más contentos de la decisión tomada.
Fotos: Martín Batallés
También encuentra a la banda en otro momento, en otro contexto…
PD: En otro estado.
JN: Esa era la jugada.
PD: Está mucho más madura también. Pero también a su vez fue dar una chance a Gastón como productor, en un estudio grande. Porque si bien el otro estudio era divino, nunca habíamos podido tocar todos juntos a la vez, viéndonos. Acá sí. Y en general nosotros decimos que entrar en un estudio a grabar es como un taxi que baja la bandera y empieza a correr el tiempo. Obviamente se arregló un precio para hacer el disco, y eso Gastón lo demostró con creces. Entonces se laburó relajado, todos los días.
Justamente también fue un proceso súper diferente a Nidal, para el cual se fueron para afuera a una casa.
PD: Haciendo asados, comidas.
JN: Fue lo opuesto. Lo bueno de este disco es que nos agarró en una madurez como grupo humano y como instrumentistas, dentro de nuestras acotadas posibilidades. Fue grabar un disco en un estudio bajo la vieja usanza, con una soltura y con una frescura que para nosotros era impensado antes en un estudio. Con Nidal se logró, pero éramos los siete juntos en una casa, no se podía no estar frescos y sueltos. Acá lo logramos y aun más enfocados que en Nidal, entonces quedamos súper contentos de que tenemos algo para dar nuevo.
Hablamos de una nueva etapa, de madurez, un buen momento para la banda. ¿Cómo se plasmó eso en este disco? ¿Cómo llegaron a ese sonido?
PD: El sonido fue buscado, eso sí. Usamos varias referencias, una bastante central fue el Blackstar de Bowie, pero también habían canciones de Flaming Lips, Radiohead. Había Nick Cave en su primera época como solista.
JN: Algo de Butthole Surfers.
PD: Más o menos queríamos ese tipo de sonido: algo más despojado, con silencios, con pausas. Queríamos de una vez por todas dejarnos de repetir que el silencio es importante en la música y nunca hacerlo. Que haya uno solo diciendo o haciendo algo, y todos los demás estén callados la boca. Que lo primario sea la batería, el bajo y la voz, y que todo lo que aparezca después cobre genialidad a través de una aparición corta y certera, mucho más que estar todo el tiempo tocando. Como que el silencio aporte y que cuando aparezcas vos sea con algo realmente importante. Estuvo buenísimo porque creo que lo recontra logramos. Logramos la soltura, fuimos mejorando el tema de los diálogos, cómo llegar más rápido a la historia sin pasar por discusiones y enojos, que pasan por una cuestión de nervios y de egos. Eso para mí es el crecimiento de este disco, más allá de que es un sonido que nunca habíamos llegado a tener. Porque a nosotros nos gusta todo: nos gusta sonar en un galpón a chatarra y nos gusta sonar de puta madre con esta prolijidad.
JN: Y todos los temas tienen dos partes: una más tranquila y otra más explosiva. Finalmente terminó teniendo un concepto el sonido del disco, que si bien teníamos una idea que iba a hacia ahí, terminó de redondearlo Gastón.