Kristel Latecki
Desde afuera de la casa de Gonzalo y Gastón Vivas se escucha Fragilidad inquebrantable, una de las canciones de su segundo disco, Bien por las heridas. Cuando Gastón aparece en la puerta se alegra: es su padre quien está escuchando su música en el taller ubicado en el garage.
En esa simple escena es fácil darse cuenta que la música es un asunto familiar. Los Vivas la heredaron de sus abuelos, docentes de música, directores corales y de orquesta; de su padre, que compartió con ellos su guitarra y su batería; y de su hermano mayor, que los acercó al rock clásico.
Gonzalo y Gastón definen su hermandad como una relación complementaria de “perro y gato”. El mayor se enamoró de la guitarra desde niño, mientras que el menor canalizó su “ansiedad infantil” en la batería. A Gastón le apasiona más la producción musical, mientras que su hermano es “la cuota de exhibicionismo”.
“Hay un ying yang dando vuelta muy fuerte”, dice Gonzalo. “Los dos empujamos con las mismas intensidades. Y la música es nuestra terapia”. “Es donde mejor dialogamos”, agrega Gastón. “Yo creo que si no fuera por la música no tendríamos diálogo”, dice generando risas. “Obvio que era una joda, hace un rato estábamos jugando al Play”.
Su juego de todos los días era ir a su sala casera -una barbacoa ubicada en el fondo de su casa en Malvín y transformada en un amplio estudio-, y sacar canciones de Led Zepellin o Deep Purple. Luego formaron parte de bandas de covers, y hacían suyos icónicos temas del cancionero rockero.
“Éramos los nenes que estaban gozados”, cuenta Gonzalo. “Nos invitaban a tocar y teníamos tanta fisura por el instrumento. Yo no me acuerdo de salir a bailar jamás en mi vida, porque a los 15 años estaba acá tocando la guitarra. Y creo que recién a los 21 me agarré un pedo. Porque estábamos acá, hasta comíamos arriba de los instrumentos”.
Pero tuvo que haber una separación para que los Vivas se dieran cuenta de lo que tenían que hacer: unirse y hacer un proyecto propio.
“Siempre éramos la dupla de bata y viola que tocaban en bandas”, sigue Gonzalo. “Estábamos ahí picando en todos lados. Hasta que me fui de viaje a Londres, Gastón me extrañó y se puso a hacer canciones. Esa es la versión de nuestra madre psicóloga. Volví, las escuché, le dije que estaban propias y que teníamos que hacer algo. Presentamos las canciones al Fonam, mágicamente quedamos. Nadie entendía nada. Y hubo que hacer el disco”.
Ese es apenas un resumen de todo lo que pasó, que consistió más en convencer a Gastón. Si fuera por él seguían tocando en la sala temas de otro o grabando canciones. “Él me agarró y me puso en un escenario. Fue así, literal”, dice.
“Cuando escuché las canciones de Gastón me dieron ganas de poner lo mío. Era mi hermano, entonces fue re fácil. No había cómo errarle”, dice Gonzalo. “Y así fue. El disco Piel surgió de eso: unas canciones inconscientes que después le dimos un valor más propio”.
Piel, su disco debut, salió en 2015 por La Órbita Irresistible, sello que congrega a varios de los amigos de los Vivas y entre los cuales se comparten miembros de bandas. En este disco estaba el germen de las canciones que ahora se escuchan en su excelente Bien por las heridas. Con mayor tiempo entre manos, los Vivas trabajaron en su segundo disco a dúo -igual que el anterior-, pero con una visión más determinada. Trataron de equilibrar su afán de sobreproducir y agregar capas y capas de guitarras, con la necesidad de escuchar y aceptar lo que la canción les pedía, aunque eso fuera abandonar totalmente un riff o dejar estrofas de letra afuera. Pero también, intentaron dejar un mensaje más claro, sobre su vida, sobre sí mismos, y sobre todos nosotros.
Lo que sigue es una condensación de una extensa charla, donde desglosamos Bien por las heridas, disco que presentarán hoy con un show en Bluzz Live.
Escuchando ahora su primer disco suena más a un trabajo de dúo, sonora y estilísticamente. Por su parte, Bien por las heridas amplía mucho más el sonido, hay capas, temas que tienen varias partes.
Gonzalo: Sí, las texturas las llevó todas el Minilogue, que es un sintetizador analógico que compramos en Estados Unidos. Al tener este juguete las canciones que teníamos previamente se abrieron a un campo de texturas y un montón de personajes que no estaban. Creo que lo que decís tiene que ver con eso.
Gastón: Meh.
Gonzalo: ¿Decís que no?
Gastón: Sí, muchísimo. Supongo que sí. Pero creo que venía más por otro enfoque. No quiero decir “madurez”, pero capaz que sí. Y no sé si tiene tanto que ver el Minilogue con eso. Creo que tiene más que ver con todo un proceso más largo de creación de las propias canciones. El primer disco lo hicimos porque apareció el Fonam y había que hacer un disco. Pero no había nada conciso para decir. En este hay un mensaje muy claro a lo largo del tema 1 al 14.
Gonzalo: Hay un laburo más zarpado de producción seguro, porque como no tenemos el horario del estudio podemos estar hasta las 8 de la mañana.
Gastón: ¡Yo estoy dándole el significado trascendente y épico, y él viene y habla de la producción!
Gonzalo: ¡Pero es verdad! ¡Estuvimos mucho más rato! ¡Teníamos más libertad para grabar! Podíamos grabar las guitarras 700 veces, las teclas 800 veces. Y claro, uno crece, uno madura. A veces todo lo que grabaste fue al pedo y querés borrarlo. Y esos personajes que se van involucrando creo que somos nosotros mismos con más contenido como personas.
Gastón: Creo que nos animamos mucho más. El primer disco ahora lo escucho con mucho cariño y me gozo, pero aun así noto una búsqueda que a veces no llega a donde quiso llegar. Acá nos dimos la libertad de escuchar mucho. Y darle tiempo. Nos dimos el placer de escuchar y escuchar las canciones una y otra vez para ver qué nos pedían. Y no sé si estábamos lo suficiente maduros en el primer disco como para poder hacer ese proceso psicológico, psíquico y emocional que te requiere la canción. Es difícil callar tu ego y decir: “acá no tengo que hacer nada”.
Son muy pocos los momentos del disco donde haya solo una guitarra, una voz y una batería.
Gonzalo: Sub-Zero es la más simple de todas. La entendemos como la manera más simple de decir “hola”. Es la bienvenida al disco, bien chill. Le pusimos el nombre del personaje de Mortal Kombat porque nos encanta. No había por qué ponerle ambición a un tema instrumental. Pero a mí no me cuesta nada agregar cuatro guitarras y hacer que parezca una. Y sí, el disco está cargado de información. Recuerdos alterados creo que es la canción que tiene menos contenidos de instrumentos: sintetizador, batería, bajo y voz.
Y la segunda parte de Ni vos ni yo.
Gastón: Sí, de hecho esa canción no formaba parte del disco. Calentando la voz para grabar en el estudio Vivace me puse a tocar la guitarra y de repente tiré un acorde y empecé a cantar algo. Esa es una de las canciones que surge de la necesidad de decir algo.
Gonzalo: Decilo, te rompieron el corazón. Decilo.
Gastón: No, ni a palos (risas). Esa canción habla de la razón por la cual personalmente hago música, que es por la propia música. Me han preguntado más de una vez “¿Ni vos ni yo para quién es?”. ¿No está clarísimo que no es para nadie, y cuando digo “para ella” es para la canción en sí?
Gonzalo: Obvio que no.
Gonzalo: Pero la canción dice eso. Muchas veces cuando muestro una canción te sugieren cambiar algo. No, pará. La canción no la hice para vos, y tampoco la hice para mí. La hice, para ella. Esa canción es eso. Y es solo guitarra y voz. Con Gonzalo nos cuesta un poco dejar que tenga solo eso.
Gonzalo: Somos medio barrocos a veces. Queremos todo a la vez.
Gastón: En Recuerdos alterados pasó eso. Salió de la guitarra y cuando la grabamos nos dimos cuenta que no había lugar para la guitarra. Y punto. Eso tiene que ver con eso de dejar el ego de lado, y no es fácil. Después la escuchás y ves que está de más evolucionar y no querer decir algo todo el tiempo.